El estadio no tiene quien lo visite

Las inversiones públicas para satisfacer tanto a las exigencias de los organizadores como al espectador/turista en los últimos eventos internacionales parecen estar limitadas -en el mejor de los casos- al mes de transmisiones televisivas para luego caer en un lamentable estado de abandono que las autoridades no quieren asumir.

Cuando la antorcha se apaga; cuando los campeones del Mundo vuelven a sus países y se acaba la magia, estos estadios, piscinas, velódromos y villas olímpicas se convierten en elefantes blancos imposibles de repletar.

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Estadio Olímpico de Beijing en la actualidad. Image © Valentina Ramírez

Ya se oscureció en Beijing (Pekín) y al salir del Metro, una brisa cálida de verano recorre el paseo peatonal que separa al Estadio Nacional (Nido de Pájaro) del Centro Nacional Acuático de Beijing (Watercube). Ya han pasado seis años de los Juegos Olímpicos que albergó China, y el complejo público olímpico que alberga ambas construcciones es muy concurrido incluso a estas horas de la noche: stands comerciales que siguen vendiendo recuerdos de los Juegos Olímpicos, locales de comida típica, fotógrafos que deambulan ofreciendo tomar fotografías a los turistas y familias que aprovechan la lluvia tropical para pasear o hacer ejercicios.

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Estadio Olímpico de Beijing en la actualidad. Image © Valentina Ramírez

En la actualidad, ambas instalaciones olímpicas siguen recibiendo actividades culturales, deportivas (Final de la Liga Italiana) y comerciales (como el último OctoberFest en el Nido de Pájaro). Sin embargo, esta historia post-olímpica es una excepción a la regla, respaldada por un cómodo colchón económico: las inversiones públicas para dar abasto tanto a las exigencias de los organizadores como al espectador/turista en los últimos eventos internacionales parecen estar limitadas -en el mejor de los casos- al mes de transmisiones televisivas para luego caen en un lamentable abandono que las autoridades no quieren asumir.

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Centro acuático olímpico de Atenas en 2012. Image © Vía Business Insider

Cuando la antorcha se apaga; cuando las villas olímpicas se vacían; cuando los campeones del Mundo vuelven a sus países y se acaba la magia, estos estadios, piscinas, velódromos y villas olímpicas se convierten en elefantes blancos imposibles de repletar.

BÉISBOL EN GRECIA, CRICKET EN BEIJING

A diez años de los Juegos Olímpicos de Grecia, aún se masculla el fracaso de la administración del equipamiento deportivo en un país quebrado: la construcción estuvo marcada por graves sobrecostos, hubo fallidas inversiones en transporte público, se destaparon sendas acusaciones de soborno y más de la mitad de las sedes olímpicas quedaron abandonadas, pues como podrán imaginar, el béisbol y el vóleibol de playa no son muy populares en Grecia. A pesar de los intentos públicos y privados de reconversión, éstos se encuentran entrampados en los tribunales de justicia tras un estéril tira y afloja con organizaciones vecinales, privadas y restricciones normativas.

En su momento, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge se defendió en su momento:

"Si Atenas siguiera retrasada, la economía probablemente estaría en un estado mucho peor que el de ahora" 

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Cancha olímpica de hockey en Atenas en 2012. Image © Vía Business Insider

Diez años después, Brasil 2014 alberga el primer Mundial en Sudamérica desde Argentina 1978; el segundo en un país del bloque económico BRICS y el octavo en un país subdesarrollado. No obstante, nunca hubo un rechazo ciudadano de tal magnitud frente al evento, detonado por inicialmente por el aumento del precio del transporte público y evidentemente influenciado por un despertar internacional (Movimiento 11M, Primavera Árabe, Anonymous).

La organización del Mundial en Brasil se enfrentó al retraso de las construcciones y a una ciudadanía más despierta, crítica y consciente, pues sabía que estas inversiones públicas para eventos privados -aupados por compañías transnacionales- estaban siendo en parte costeadas por ellos mismos, en desmedro de mejoras en el transporte público, por ejemplo.

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Estadio olímpico abandonado en Atenas. Image © Jared Zimmerman [Flickr]

Como era de esperar, el espectáculo deportivo que han entregado los partidos del Mundial de fútbol en Brasil han opacado las críticas ciudadanas. Mas hay que considerar que a medida que las selecciones van quedando eliminadas y los árbitros dan el pitazo final de los partidos, algunos estadios finalizan rápidamente su participación en el evento, reactivando las dudas, el malestar y el vacío que deja la desaparición de los grandes flujos turísticos que compensaron el comercio local por estos días.

41 MIL BUTACAS PARA 500 ESPECTADORES (Y OTROS DESPROPÓSITOS)

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Arena Club Atlético Paranaense. Image © CAP S/A e carlosarcosarquite(c)tura (Luciano Machin Barriola)

Hasta hoy, las ciudades de Curitiba, Cuiabá, Natal, Manaos, Recife y Porto Alegre ya dijeron adiós al Mundial: entre las cuatro primeras, los 634.102 espectadores lograron una media de 39.631 por partido, muy lejanos a la concurrencia promedio de los torneos futbolísticos locales. Entonces, ¿cómo llenar los estadios (o al menos, hacerlos rentables)?

La receta revelada recientemente por el periódico paulista O Estadâo considera recitales, la reducción de la capacidad y ofrecer los estadios para algunos de los 380 partidos del Brasileirão, la competitiva primera división de fútbol brasileño. En algunos casos, como el Arena da Baixada (Curitiba), no sólo hubo un sobrecosto de un 144% (de USD 61,3 millones pasó a USD 150 millones), sino que también cruzan los dedos para que el equipo local, el Atlético-PR, replete las tribunas y amortigüe el pago del crédito por la construcción del estadio junto al Gobierno.

Por otra parte, el Arenas das Dunas de Natal no sólo reducirá su capacidad de 40 mil a 31 espectadores, sino que también será concesionado por los próximos 20 años y complementará los partidos de fútbol de los dos equipos más grandes del estado de Rio Grande do Norte (ABC y América) junto a eventos internacionales y musicales, asociados al plan de desarrollo turístico local.

Sin embargo, hasta ahora el caso más llamativo ha sido el del Arena da Amazonia en Manaos, convertido en el escenario para una lamentable comedia de equivocaciones: proyectos de infraestructura vial cancelados por la FIFA, una liga de fútbol que congrega un promedio de 500 espectadores por partido, mantenciones mensuales que alcanzan los R$ 500 mil (USD 227 mil) y una infructífera sugerencia del Tribunal de Justicia local para convertirlo en cárcel, recordando aquel capítulo de Los Simpsons ("The Seven-Beer Snitch") donde la Sala de Conciertos de la ciudad -diseñada por Frank Gehry, pero sin público ni espectáculos- termina convertida en una prisión estatal por el Sr. Burns.

De todas maneras, la explícita crítica de la serie animada es un reflejo satírico de las expectativas del Estado por la hipotética retribución: multimillonarias inversiones, mayor turismo, una mejor imagen país, un impulso a la economía doméstica y la proyección de infraestructura vial que bajo otras circunstancias ni se pensaría. Sin embargo, cuando Brasil baje la cortina mundialista, otros países recibirán la posta de futuras Copas y Juegos Olímpicos, y tendrán que evitar la fatalidad de terminar sus propias fiestas preguntándose quién visitará sus estadios.

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Los Simpsons: sala de conciertos convertida en cárcel en "The Seven-Beer Snitch" (16x14). Image © Vía Simpsons Wiki

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Sobre este autor/a
Cita: Nicolás Valencia. "El estadio no tiene quien lo visite" 02 jul 2014. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/623333/el-estadio-no-tiene-quien-lo-visite> ISSN 0719-8914

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