México en Bienal de Venecia 2016: El potencial de arriesgar

En esta colaboración, originalmente publicada en la revista Arquine no. 75, la autora Jimena Hogrebe nos expresa, desde una perspectiva objetiva y exenta de la organización, una recapitulación de lo que ha acontecido en la escena mexicana referente a la participación nacional en la próxima Bienal de Venecia, las preguntas que surgen en el contexto actual y de lo que se espera del resultado del pabellón mexicano.

Una vez más llegó ese año en el que Venecia se convierte en el receptáculo de un aglomerado arquitectónico efímero, de un muestrario que muchos no saben bien para qué sirve, pero del que están pendientes con la esperanza de encontrar respuestas o, al menos, nuevas preguntas. Llegó 2016 con la producción en marcha para la 15° Bienal de Arquitectura de Venecia. Una vez más una estrella está “reportando desde el frente”, para usar las palabras que Alejandro Aravena eligió como título para esta edición. El llamado busca una muestra que, más que arquitectura de autor, contenga una arquitectura de lucha que exista por haber sorteado el sistema a pesar de las dificultades. Una arquitectura cuya historia exitosa valga la pena contar y que haya roto fronteras por el bien social. El tema ha sonado atractivo por la posibilidad de descansar un rato del star system y abordar la arquitectura desde otras trincheras; aunque también ha llamado la atención por el que pareciera ser un creciente interés de lucrar con lo marginal (por lo que Aravena y otros han sido cuestionados).

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Una vez más, México va a participar con un pabellón. En la edición anterior, éste resultó de un concurso abierto, situación que fue aplaudida por lo poco que sucede en la obra pública mexicana. Se abrieron muchos cuestionamientos en relación con el planteamiento de las bases, al tiempo de realización, al jurado y a los parámetros de selección; no obstante, el concurso parecía un paso positivo hacia procesos más transparente y justos.

Para el pabellón de este año, en cambio, se asignó a un curador general (Pablo Landa) apoyado por un comité técnico (María Cristina García, Xavier Guzmán, Dolores Martínez, Javier Sánchez, Juan José Kochen, Ernesto Alva y J. Francisco Serrano, como invitado especial). La primera reacción de la comunidad arquitectónica no fue muy positiva. Se consideró que no hacer un concurso era un retroceso en la búsqueda de procesos diáfanos y equitativos; sin embargo sucedió algo inesperado, un experimento que parecía potencialmente positivo. Una propuesta arriesgada que, tal vez, no sería ganadora en un concurso común para un pabellón de arquitectura.

El curador no es arquitecto (¡milagro!). Pablo Landa es antropólogo y lleva varios años haciendo trabajo de investigación sobre unidades habitacionales en la Ciudad de México, por lo que está suficientemente cerca, pero también lejos de la burbuja. Él, junto con el comité, en vez de elegir el contenido de la exposición, organizó una convocatoria de participación con la meta de encontrar proyectos desconocidos que valiera la pena exponer. La convocatoria, un tanto confusa, buscaba no sólo resultados terminados, sino los procesos que habían llevado a esos resultados. Y, aunque parecía que el enfoque “social” era el más buscado, estaba abierta a todo tipo de propuestas.

Los mismos organizadores no sabían cuál sería el resultado, ya que dependía del trabajo que recibieran. Se comentó mucho sobre la problemática de la ambigüedad y de la posibilidad de una mala conclusión, sin embargo el riesgo que decidieron tomar podría verse también como una oportunidad interesante. Arriesgaron el “típico” pabellón, por la posibilidad de ofrecer un panorama diferente de la arquitectura mexicana. Le apostaron a la exploración de formatos alternativos y contenidos desconocidos para la mayoría.

Recibieron 207 trabajos de 26 estados, de esos se seleccionaron 31 propuestas “con el objetivo principal de mostrar la arquitectura social y participativa en el país”. Entusiasma ver en la lista nombres poco comunes en este tipo de eventos. Las propuestas seleccionadas serán expuestas en Venecia, pero también se creará un archivo digital (con 87 proyectos extra) para la difusión en México de este trabajo probablemente muy valioso y no muy conocido. También se organizarán talleres de trabajo con todos los participantes 

Sin duda, hay muchas preguntas en el aire, no sólo sobre lo que será el resultado (¿qué se va a mostrar?, ¿cómo se va a mostrar?, ¿quién diseñará la museografía?, ¿habrá otros contenidos además de los ya seleccionados?), sino sobre cómo se ha llevado el proceso y cómo se han tomado las decisiones. Pensando en la importancia que se le está dando en esta bienal a la evolución de los proyectos y las historias alternativas, tal vez valdría la pena que se reportara desde el frente todo este proceso (reportar sobre reportar), que se documentara y expusiera en el pabellón y en el archivo digital. Podría verse como una oportunidad para transparentar la producción de obra pública, ¡eso sí sería novedoso y positivo para la arquitectura en México! Sin importar demasiado el resultado final, arriesgar ya habría sido un doble acierto; por el descubrimiento de nuevas historias y por la aportación a los procesos arquitectónicos públicos. Se intuye un gran potencial en esta propuesta, que se aproveche al máximo.

Sobre este autor/a
Cita: Jimena Hogrebe. "México en Bienal de Venecia 2016: El potencial de arriesgar" 04 abr 2016. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/784921/el-potencial-de-arriesgar> ISSN 0719-8914

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