Construimos esta casa alrededor de un piano cuyo sonido debíamos de contener. En un terreno de 220 m2, debíamos conseguir que el pianista obtuviera correctas condiciones acústicas en un espacio amplio para poder dar recitales y clases en grupo; y al mismo tiempo proteger de la música y los ensayos constantes a los vecinos y el resto de los habitantes de la casa.
Formamos un cajón de piedra en los linderos del terreno, al que fuimos atravesando con trabes en sentido transversal que a modo de puentes cargaban la planta alta, dejando gran parte del terreno libre y aislado en planta baja. En el centro de este espacio, bajo la recamara principal, queda la sala, donde el piano toma toda la importancia y los pisos de madera reciclada junto con la porosidad de la piedra, absorben el sonido.
La casa cuenta con dos recamaras soleadas y un estudio de cine obscuro en planta alta. La casa envuelta en piedra se abre al sol durante todo el día, negando las vistas al exterior, consiguiendo que al contacto con el sol se perciba una casa muy ligera.
Solo se notan algunos detalles de ladrillo y el trabajo de carpintería con toda la cimbra; buscamos que ningún acabado pudiera quitar la atención de una casa que parece en constante movimiento por la luz. Pensamos en una arquitectura Mexicana, simple, real; como la que está a lado, afuera de los fraccionamientos; quizás siempre esperando ser modificada.