Hay materiales que evocan sentimientos por sus cualidades intrínsecas. La madera transmite calidez, el concreto robustez, el acero inoxidable sofisticación y modernidad, por ejemplo. Otros, en cambio, se adaptan a una infinidad de estilos y enfoques. Este es el caso de las baldosas de gres cerámico y porcelánico, cuyas piezas ofrecen una diversa gama de tamaños, formas, colores, patrones y texturas, dando a los diseñadores la libertad creativa para combinarlas con diversos estilos. Además, permiten replicar la apariencia de los materiales naturales, combinando resistencia y durabilidad. Esto es especialmente valioso en el campo del diseño y la decoración, cuya expresión artística encuentra voz a través de una multitud de estilos que reflejan las personalidades y preferencias de quienes los ocupan.
Existen ciertos símbolos que trascienden las barreras del idioma y son fácilmente reconocidos y comprendidos por personas de diversas culturas. Ejemplos de ello son los íconos masculinos y femeninos del baño, la cruz que simboliza la salud y, más recientemente, el símbolo universal del Wi-Fi. Entre estos íconos universales se encuentra el del reciclaje, concebido en 1971 por Gary Anderson, un arquitecto y diseñador que, en su momento, fue estudiante en la Universidad del Sur de California. Como un ciclo continuo, se trata de un triángulo con tres flechas dispuestas en el sentido de las agujas del reloj, cada una de las cuales representa a la industria, al consumidor y al reciclaje, respectivamente.
Reintegrar lo que normalmente se considera residuo en el ciclo de producción es un principio fundamental de la economía circular. Este concepto es particularmente destacado en la industria de la construcción, que históricamente ha dependido de la destrucción y extracción de recursos para existir. Nada más simbólico que los ladrillos, que también representan la construcción de cosas nuevas, para aplicar los conceptos de circularidad. Mentes creativas han aceptado este desafío, creando soluciones que transforman materiales desechados en recursos de alto valor, generando una amplia gama de productos, que abarcan materias primas residuales involucrando desde algas marinas y plásticos hasta cabello humano. Estas innovaciones no solo abordan problemas ambientales urgentes, sino que esencialmente redefinen la forma en que construimos y habitamos nuestros espacios. En este artículo, destacamos 7 iniciativas que han convertido los residuos en ladrillos.
El concreto cuenta con una gran resistencia a los esfuerzos de compresión, pero es un material frágil en cuanto a la tracción. Es por eso que la incorporación del acero, con su alta resistencia a la tracción, convirtió al llamado concreto armado en el método constructivo más utilizado en el mundo. En otras palabras, el concreto armado combina las ventajas intrínsecas de sus dos componentes principales, concreto y armaduras de acero, para obtener un material extremadamente resistente, versátil y práctico. Estas barras de acero, además de reforzar la estructura, pueden utilizarse en instalaciones artísticas, fachadas e incluso en interiores.
El propósito de la innovación es promover el cambio positivo y el progreso en diversos aspectos de la vida. Esto implica crear, desarrollar e implementar nuevas ideas, métodos, productos o procesos que mejoren los existentes o introduzcan conceptos completamente nuevos. La renombrada firma de arquitectura y diseño Henning Larsen, fundada en 1959 en Dinamarca, tiene un firme compromiso de adoptar la innovación como elemento central de su trabajo. Con énfasis en la excelencia del diseño, la sustentabilidad, la colaboración y enfoques centrados en el usuario, la innovación juega un papel clave en su búsqueda de crear hitos arquitectónicos icónicos y sostenibles. A través de la investigación y del desarrollo de proyectos, constantemente exploran nuevas ideas, materiales y tecnologías para mejorar la funcionalidad y elevar la experiencia del usuario en sus edificios. Para obtener más información sobre este enfoque visionario y su impacto en la eficiencia arquitectónica, hablamos con Jakob Strømann-Andersen, quien dirige un departamento especializado que combina la innovación y la sustentabilidad, destacando el compromiso de la firma de ampliar los límites de la arquitectura sostenible.
El período geológico en el que actualmente habitamos se conoce como el Antropoceno, definido por el impacto humano sustancial en los ecosistemas y la geología de la Tierra. En contraste, el Symbioceno, un término acuñado por el filósofo y ambientalista australiano Glenn Albrecht, presenta una visión del futuro caracterizada por una relación positiva y simbiótica entre los seres humanos y el mundo natural. En la era del Symbioceno, los seres humanos colaboran activamente con la naturaleza, reconociendo su interdependencia con los ecosistemas de la Tierra y esforzándose por regenerar y restaurar el medio ambiente natural, creando así un mundo más armonioso y sostenible.
La obra del arquitecto franco-suizo Charles-Édouard Jeanneret, es, entre muchos otros adjetivos, abarcadora. Le Corbusier se aventuró en escalas desde el diseño de muebles hasta planes urbanos para ciudades enteras, pasando por la pintura, proyectos diversos y la escritura de libros. Algo que no se habla tanto, sin embargo, es la teoría de colores que él desarrolló y aplicó a varios de sus proyectos arquitectónicos y esfuerzos artísticos. Profundamente arraigada en su creencia de que el color juega un papel significativo para evocar emociones y crear ilusiones espaciales, la teoría de colores de Le Corbusier fue descrita en su libro "PolyChromie Architecturtale" (arquitectura policromía), publicado en 1931. Allí, él introdujo su concepto y una gama cuidadosamente curada de colores que pretendían ser usados en contextos arquitectónicos específicos.
A medida que crece la conciencia sobre la escasez, el estrés hídrico y la sostenibilidad ambiental en el mundo, el concepto de huella hídrica se vuelve cada vez más relevante. A diferencia de su primo más popular, la "huella de carbono", que se concentra en las emisiones de gases de efecto invernadero, la huella hídrica brinda una visión holística del agua utilizada durante todo el ciclo de vida de un producto, proceso o actividad. Mide la cantidad de agua consumida (directa e indirectamente) y contaminada, teniendo en cuenta diferentes tipos de recursos hídricos, además de servir como una herramienta valiosa para empresas, formuladores de políticas e individuos para entender y abordar sus impactos relacionados con el agua. Incluso, hay calculadoras en línea que miden nuestras huellas individuales a través de preguntas simples sobre nuestras casas, electrodomésticos e incluso hábitos alimentarios.
Encontrar soluciones efectivas y valiosas para la gestión de residuos agrícolas ha sido un desafío inspirador para los investigadores. Los subproductos de monocultivos, como los residuos de la producción de soja, las mazorcas de maíz, la paja, las semillas de girasol y la celulosa, a menudo se destinan a la compostación del suelo, se utilizan como alimento para animales o incluso se convierten en energía para reducir los residuos y mitigar los impactos ambientales asociados con las actividades agrícolas. La producción de caña de azúcar, por ejemplo, genera una cantidad significativa de residuos, totalizando alrededor de 600 millones de toneladas de residuos de fibra de bagazo de una producción anual de dos mil millones de toneladas de caña de azúcar. Este residuo tiene un potencial prometedor para reemplazar sistemas de construcción intensivos en energía, como el concreto y el ladrillo, proporcionando materiales de construcción que combinan sostenibilidad y eficiencia estructural.
Con esta perspectiva en mente, la Universidad de East London (UEL), en colaboración con Grimshaw Architects y el fabricante Tate & Lyle Sugar, ha desarrollado un innovador material de construcción llamado Sugarcrete™. El objetivo del proyecto es explorar soluciones de construcción sostenible mediante el reciclaje de residuos biológicos de caña de azúcar, lo que a su vez reduce las emisiones de carbono en la industria de la construcción, y priorizando la sostenibilidad social y ambiental durante la producción e implementación de estos materiales de construcción.
La oficina Olson Kundig, con sede en Seattle, es un ejemplo de cómo el contexto y la cultura pueden influir en el enfoque de diseño de una empresa. Fundada en 1966 por Jim Olson y ahora compuesta por cientos de colaboradores y otros trece directores/propietarios, incluyendo a Tom Kundig, la oficina cuenta con un extenso y diversificado portafolio que abarca diferentes escalas y presupuestos. En conferencias y entrevistas, Kundig en particular, a menudo habla sobre cómo haber crecido en una región de fuerte tradición minera y maderera influyó en la estética industrial y racional de sus proyectos, el uso de materiales durables y de baja mantención, así como una atención especial en la artesanía. En muchos de los proyectos de la oficina, sin embargo, llama la atención la ingeniosidad y el destaque dado a las partes móviles, difuminando los límites entre dentro y fuera. Esto se logra a través de la incorporación de dispositivos manuales que permiten que los usuarios activen directamente el edificio, conectándolos al mismo tiempo al contexto, pero también con la propia edificación y los mecanismos dinámicos presentes allí.
Torres, pasarelas, terrazas, cabañas y casas en los árboles. Desde 2010, el Festival Hello Wood ha erigido docenas de construcciones temporales, con un denominador común: la madera. La iniciativa tiene como objetivo hacer que el conocimiento sobre este material sea más accesible para todos, ya que tiene un inmenso potencial para el futuro. No obstante, a pesar de su potencial, la madera sigue enfrentando varios prejuicios dentro de la industria de la construcción. A través de la conexión entre diseñadores y artistas de diferentes orígenes culturales, académicos y profesionales, el evento utiliza la construcción como plataforma para la innovación, la discusión y el conocimiento. Ofrece a los participantes la oportunidad única de experimentar con métodos de diseño y construcción sostenibles, fomentando el aprendizaje a través de la experiencia, en un área boscosa cerca de Budapest, Hungría.
Desde el icónico vuelo pionero de Yuri Gagarin en 1961, solo 565 seres humanos han tenido el privilegio de viajar al espacio. Esta aventura extrema requiere un alto grado de entrega, una extraordinaria preparación física e intelectual y grandes inversiones. La exploración espacial tiene el potencial de beneficiar a la humanidad de muchas maneras, especialmente en lo que respecta al desarrollo de nuevas tecnologías y la generación de conocimiento científico. Muchas de estas tecnologías ya están disponibles para el público, como el GPS, los filtros de agua o los tejidos de alta resistencia. Pero aunque a menudo imaginamos a los astronautas flotando en el espacio y observando la Tierra desde un punto de vista único, muchos de ellos enfrentan la dificultad de dormir y descansar en el espacio debido a la falta de luz natural. Es este problema lo que motivó a un grupo de jóvenes arquitectos daneses a desarrollar una solución para mejorar la vida diaria de los astronautas en el espacio, pero también de muchas personas en el planeta Tierra que sufren el mismo problema.
Las casas de madera prefabricadas se remontan al siglo XIX, cuando las llamadas "casas en kit" se hicieron populares en América del Norte. Vendidos por empresas como Sears, ofrecían opciones de vivienda asequibles y convenientes, especialmente para las personas que vivían en áreas rurales donde la mano de obra era escasa y costosa. Los clientes podían elegir entre varios diseños y dimensiones, y los kits generalmente incluían todos los materiales necesarios para construir la casa, incluida la madera numerada y precortada, clavos, tejas y otros componentes necesarios. Durante algún tiempo, sin embargo, las casas prefabricadas fueron vistas como construcciones de menor calidad y prestigio, y aunado a la falta de flexibilidad de estas soluciones, entraron en decadencia.
Hoy en día, gracias a las tecnologías disponibles en el mercado, las construcciones modulares y prefabricadas se perfilan como soluciones constructivas limpias, sostenibles y energéticamente eficientes. Además, las innovaciones en la madera de ingeniería han enfatizado sus múltiples usos, con el beneficio adicional de las posibilidades estéticas y estructurales. Fue en este contexto que la oficina UNA BV desarrolló el proyecto Modular 5.5, cuyo objetivo era crear construcciones modulares flexibles que pudieran ensamblarse en diferentes arreglos, permitiendo la construcción de casas con una variedad de dimensiones y necesidades en diferentes terrenos. Hablamos con Fernanda Barbara y Fábio Valentim sobre este proyecto:
Por trivial que parezca el acto de encender un interruptor e iluminar una habitación, hemos tenido que recorrer un largo camino para tener fuentes de luz seguras y confiables. Se estima que las primeras lámparas se inventaron hace 70.000 años y consistían en piedras ahuecadas o conchas rellenas de un material absorbente empapado de grasa animal que podía encenderse. Los egipcios, en cambio, utilizaban vasijas de cerámica decoradas llenas de aceite, que proporcionaban una llama constante. Las velas se popularizaron durante la Edad Media, hechas de sebo (grasa animal) o cera de abejas, y podían quemarse en candelabros simples. Fue a fines del siglo XIX cuando Thomas Edison y su equipo inventaron una bombilla incandescente que podía fabricarse en masa y era económicamente viable, y pronto se convirtió en la forma dominante de iluminación durante gran parte del siglo XX. Aunque fue un invento revolucionario en su momento, ahora somos conscientes de que estas bombillas no son muy eficientes y finalmente fueron reemplazadas por ampolletas fluorescentes y, más recientemente, LED. Pero si ya hemos avanzado tanto en tan poco tiempo, ¿qué podemos esperar del futuro de la iluminación, y más concretamente, cómo estarán iluminados nuestros interiores en unos años o décadas?
Las soluciones de construcción tradicionales tienden a funcionar bien en sus respectivos contextos, ya que han resistido cientos de años de pruebas y mejoras, y utilizan técnicas y materiales disponibles localmente. Si bien la globalización y la democratización del acceso a la tecnología han traído más comodidad y nuevas oportunidades a la humanidad, también ha llevado a la homogeneización de las soluciones en el sector de la construcción y a la dependencia de las cadenas de suministro globales de materiales y componentes de construcción. Esto también ha provocado una ruptura en la forma de transmitir el conocimiento a las nuevas generaciones y, eventualmente, la desaparición de las tradiciones.
En particular, el tema de las soluciones de refrigeración pasiva para edificios está teniendo un resurgimiento en la actualidad, con un esfuerzo por recuperar técnicas antiguas utilizadas a lo largo de la historia en lugares que siempre han tenido que lidiar con climas cálidos. Esto es aún más evidente por los altos costos energéticos que impone el enfriamiento artificial, el escenario de calentamiento global, y principalmente porque, dentro de las proyecciones de crecimiento poblacional, una parte importante de las megaciudades se ubicarán en los climas predominantemente cálidos de África y Asia. Cuando pensamos en el futuro, ¿es posible inspirarnos en el pasado y aplicar técnicas antiguas de enfriamiento a los edificios contemporáneos?
Decenas de países de todo el mundo ya han prohibido el uso de asbesto en el sector de la construcción civil. Barata de extraer y abundante en la naturaleza, es una fibra natural utilizada para fabricar depósitos de agua, aislamientos, tabiques, tejas y elementos decorativos. Sus propiedades incluyen una gran flexibilidad y alta resistencia química, térmica y eléctrica, lo que lo convierte en un material aparentemente ideal. Sin embargo, hay evidencia científica que relaciona la exposición al asbesto con varios tipos de cáncer, así como con la asbestosis, cuando las fibras del mineral se alojan en los alvéolos pulmonares, comprometiendo la capacidad respiratoria. El caso del asbesto muestra cómo ciertos materiales de construcción pueden –de repente o no– convertirse en un recuerdo lejano por sus impactos negativos. Además de los efectos sobre la salud, actualmente está bajo presión el uso de materiales con un alto consumo de energía o hechos de materias primas raras, ya que los expertos llaman a reducir su uso o hacer que sus métodos de fabricación sean "más verdes". ¿La penalidad? Desapareciendo en un futuro próximo, convirtiéndose en uno más en la lista de materiales de construcción prohibidos. En este artículo profundizamos en algunos de estos materiales y cuáles son sus riesgos.
¿Estás sentado cómodamente en este momento? OK, esperaré unos segundos para que puedas ajustar tu postura y podamos continuar con el texto. Por mucho que todos sepamos que nuestra espalda debe estar erguida, los hombros hacia atrás y los glúteos contra el respaldo de la silla, tan pronto como dejamos de prestar atención, tendemos a dejar que nuestro cuerpo se deslice por la silla hasta que nuestra columna tome la forma de un gran signo de interrogación. Esto puede conducir a diversos problemas de postura y circulación, dolor crónico y aumento de la fatiga después de un largo día, semana, mes o años de trabajo. Pero debes saber que no estás solo y que no es (necesariamente) tu culpa. ¿Qué elementos hacen que una silla sea cómoda? ¿Cómo pueden ayudarte a mantener una postura adecuada durante más tiempo? ¿Es posible tener diseño y comodidad en un mismo producto? En este artículo intentaremos responder a estas preguntas y mostrar algunos ejemplos del catálogo de Architonic.
Se podría decir que la calidad del aire de los ambientes interiores nunca ha recibido la debida atención a lo largo de la historia. Si bien la contaminación atmosférica ha sido una amenaza desde la época de Hipócrates, en el año 400 a.C. –luego convirtiéndose en una verdadera preocupación en el tiempo de la Revolución Industrial–, no se habla mucho de cómo esto afecta las condiciones de bienestar en los espacios que habitamos. Actualmente, es un tema que va ganando más relevancia y preocupación, ya que la humanidad pasa alrededor del 90% de su tiempo en interiores y la calidad de estos espacios interfiere directamente en el bienestar y la salud a largo plazo. De hecho, la Calidad Ambiental Interior (IEQ, Indoor Environmental Quality en inglés) abarca mucho más que la contaminación interior. Se refiere a un equilibrio entre la calidad del aire, la acústica, la iluminación, la temperatura y otros factores que contribuyen a un ambiente agradable y, sobre todo, saludable para sus ocupantes. La empresa Armstrong, bajo el lema "todo espacio puede ser un espacio saludable", ha desarrollado soluciones para contribuir a la mejora de aquellos espacios donde pasamos más tiempo, como edificios educativos, sanitarios, oficinas y viviendas.
"Vida, espacio, edificios - en ese orden". Esta frase, del arquitecto urbanista danés Jan Gehl, resume los cambios que ha sufrido Copenhague en los últimos 50 años. Conocida actualmente como una de las ciudades con los niveles más altos de satisfacción con respecto a la calidad de vida, la forma en que se diseñaron sus espacios públicos y edificios ha inspirado a arquitectos, autoridades gubernamentales y urbanistas de todo el mundo. Lo que vemos hoy, sin embargo, es el resultado de una valiente toma de decisiones, mucha observación y, sobre todo, diseños que ponen a las personas en primer lugar. Copenhague será la Capital Mundial de la Arquitectura de la UNESCO-UIA en 2023, así como la sede del Congreso Mundial de Arquitectos de la UIA debido a su fuerte legado en arquitectura innovadora y desarrollo urbano, junto con sus esfuerzos concertados en cuestiones de clima, soluciones de sostenibilidad y habitabilidad.