Hacia fines de la década de 1970, la oficina de arquitectura de Flora Manteola, Javier Sánchez Gómez, Josefina Santos, Justo Solsona y Rafael Viñoly (MSGSSV) junto a Carlos Sallaberry comenzó a idear el proyecto para el Edificio Prourban, que se convertiría en uno de los más emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires y sería apodado popularmente como “El Rulero”.
Ubicado sobre el extremo norte de la Avenida 9 de Julio, en la esquina de Av. Del Libertador y Carlos Pellegrini, este edificio de oficinas con perímetro libre destaca por su morfología cilíndrica y sólida, y se alza con su planta circular y su estructura de tubo calado coronando la extensión de la icónica Avenida 9 de Julio.
Memoria de los autores. La torre ubicada en el cruce de dos avenidas que dan acceso a la ciudad, totalmente aislada de los edificios circundantes, yergue como un hito y a ello contribuye su forma cilíndrica.
Estructura y cerramiento se unifican en un solo material, el hormigón armado, que pasa a ser una lámina estructural cerrando el edificio. A ella, se adhieren las ventanas que sobresalen apenas, de manera tal que el cerramiento no pierda esa condición laminar. Esta lámina cuenta con un trabajo sutil en el plano.
Un reticulado se dibuja en el hormigón mediante una buña levemente recedida y marcando el módulo de oficina. En él se centran las ventanas cuadradas y levemente salidas que, al ponerse en valor, toman un carácter simbólico y representativo.
Es paradógico que lo que facilite comprender el tema del valor cultural de estas torres sea el hecho de que pertenecen a una tipología organizativa y formal tan estrechamente acotada. El origen de su especial “fuerza significante” debemos buscarlo al principio en el interior de su proceso de diseño. Al proyectar estos edificios se tiene la permanente sensación de estar trabajando en un “caso especial”. No solo porque se maneja una tecnología relativamente específica, sino porque en este proceso se trastoca la secuencia de etapas habitual en una tarea de proyecto menos particular. - Mario Gandelsonas
La particular característica de aquellas ventanas con cristales espejados grises, repetidas uniformemente y casi hasta el infinito, es que espejan intermitentemente la cambiante luz del cielo y de la ciudad, multiplicando los reflejos que varían con distintas gradaciones de brillo en cada hilera de ventanas y en cada momento del día. De esta manera, resulta una imagen caleidoscópica inédita en un edificio cuya fachada se resuelve en más del 50% con hormigón a la vista.
De lejos, el cilindro se inserta en el Skyline, destacando su forma y sus reflejos en el fondo que le brinda la ciudad. Adquiere la fuerza de un sólido compacto moldeado por la sombra propia de su volumen y en él se leen, como en una monumental escala monocromática, las distintas gradaciones de grises y plateados que se producen. Hormigón y vidrio pierden su condición material por efecto de las luces, las sombras y los reflejos.
En estos proyectos el tema central consistió en pensar el volumen del fuste de la torre como “una unidad capaz de contener otras” (una caja que estuvo vacía). Esta idea deriva (y a la vez se construye con ella) de la incorporación al modelo tipológico de la torre de un elemento que acentúa, por connotación, la metáfora de la “caja envase”: un vacío. Este vacío lo hemos tratado como “espacio interior” en la UIA, como “intersticio” en la CGE y como espacio virtualmente “limitado” en la IBM. En los tres casos, esa imagen elementarista de la caja se obtiene con la desaparición del entrepiso en fachada como única señal de su estructuración por agregado de varias unidades. Este recurso anula la base modular que tradicionalmente es el soporte del tratamiento de fachadas de torres. - Mario Gandelsonas
El volumen de la torre se inserta en el plano inclinado que se produce a nivel terreno y debajo de este plano, se encuentra el estacionamiento. Sobre la planta baja, un gran pórtico de 10 metros de altura marca el acceso y se acentúa con un recubrimiento de mármol que se inserta en el plano del cerramiento.
Ficha Técnica
Arquitectura: MSGSSV / Manteola, Sánchez Gómez, Santos, Solsona, Viñoly
Proyecto: Flora Manteola, Javier Sánchez Gómez, Josefina Santos, Justo Solsona, Rafael Viñoly
Asociado: Carlos Sallaberry
Ubicación: Av. del Libertador y Carlos Pellegrini, Buenos Aires, Argentina
Proyecto: 1976-1977
Finalización: 1982
Promotor: Creaurban
Contratista: Eugenio Grasetto S.A. / SIDECO Americana S.A.
Superficie construida: 31.400 m2 (21.000m2 de oficinas + 10.000m2 de estacionamiento)
Superficie de planta: 750 m2
Altura: 28 pisos