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Arquitectos: Andrés Alonso Arquitecto
- Área: 550 m²
- Año: 2020
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Proveedores: Hierros S.A., JM Aberturas
Se dieron a conocer los ganadores de la primera edición del Premio Nacional a la Arquitectura en Ladrillo, una convocatoria organizada en forma conjunta por la Sociedad Central de Arquitectos (SCA) y la Cámara de la Industria de la Cerámica Roja (CICER) que buscaba destacar la producción arquitectónica de Argentina basada en el uso de mampuestos cerámicos y promover el uso generalizado de este material como elemento sustentable y sostenible a largo plazo en los entornos urbanos y rurales.
Durante los últimos años, hemos explorado distintas formas de aprovechar espacios pequeños en la arquitectura residencial. Desde muebles eficientes y cocinas con sistemas transformables hasta ideas para adecuar electrodomésticos esenciales, los arquitectos hemos comenzado a buscar soluciones efectivas para mejorar la calidad de vida de las personas en escasos metros cuadrados, o para flexibilizar las opciones del espacio en tipologías multifuncionales y de uso mixto.
La cama, como un elemento indispensable, puede utilizarse en favor de estos conceptos. Sus funciones pueden cumplirse sin necesidad de perder espacio valioso, y la experiencia del dormitorio puede enriquecerse si se piensa con cuidado. ¿Cómo reinventar y aprovechar las oportunidades de la cama tradicional?
Sorbete, cono, paleta: los formatos y sabores en los que se comercializan los postres helados son tan diversos como la arquitectura que los alberga. Desde pequeños puestos hasta elaboradas cremerías, ya sea para una gran franquicia con estándares establecidos o para un pequeño negocio familiar, los arquitectos y diseñadores han logrado reimaginar la experiencia espacial entorno a la venta de helados, atendiendo al incremento y la evolución de los gustos y otorgándole, a la vez, una identidad característica a las marcas.
En los proyectos de vivienda colectiva, apartamentos y conjuntos residenciales, las intenciones proyectuales respecto a las espacialidades o las atmósferas suelen concentrarse en los espacios donde los habitantes pasan la mayor parte de su tiempo: el interior de las unidades de viviendas y, de haberlo, los sectores de uso común –gimnasios, salones de usos múltiples, etc-. Los espacios de circulación, en cambio, son tomados como “zonas de paso”, por lo que muchas veces terminan respondiendo más a cuestiones funcionales que espaciales.
Operar en entornos urbanos genera que, en la mayoría de los casos, debamos tomar decisiones respecto a las preexistencias materiales. El incremento en la densidad de las ciudades ha afectado directamente en el porcentaje de espacio que se encuentra libre para desarrollar construcciones nuevas e independientes, dando lugar a debates entorno a qué posición debemos tomar frente al patrimonio construido que ha quedado obsoleto -por su detrimento o por no poder responder a las necesidades funcionales de la población contemporánea-. En situaciones donde las construcciones se encuentran demasiado deterioradas o los nuevos proyectos distan mucho de las posibilidades espaciales que un edificio antiguo puede brindar, conservar únicamente la fachada -a modo de envolvente exterior, casi como un elemento epidérmico- puede presentarse como una solución parcial que permite preservar, en parte, el carácter urbano de una obra si esta posee algún valor público o cultural. La controversia surge, por supuesto, de la falta de relación o vínculo entre el interior –transformado- y el exterior –conservado-.