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Arquitectos: WHALE!
- Área: 188 m²
- Año: 2024
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Fotografías:Natalia Oyarzun
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Proveedores: 3M, Emapi, Novasfalt, T-Plak

Descripción enviada por el equipo del proyecto. Alejado de las ciudades más importantes de la región, la hospedería requiere de estrategias productivas y económicas claras y eficientes para poder relacionarse con el entorno sin ser absorbida por la naturaleza, por la vegetación o por la fauna. Son las mismas directrices que los sacerdotes jesuitas emplearon para construir sus asentamientos de evangelización y que dan el nombre a la Provincia donde se emplaza el proyecto.


En primer lugar, elegir un punto alto, ojalá sobre una colina en medio de la selva misionera, buscando controlar y dominar el entorno ante las amenazas y poder comunicarse con otros asentamientos mediante espejos en los días de sol, o con humo y fuego en los días nublados. Además, es fundamental confinar un área doméstica, construyendo un espacio exterior contenido y resguardado de los yaguaretés, de las víboras y de la vegetación sofocante.




En el patio, es preciso considerar un huerto que nos permita cultivar mandioca, papa y maíz, reservando un área reducida parados o tres cabras y un puñado de gallinas, que abastezcan de leche y huevos, junto a una pileta de agua fría para refrescar el agobio de los días húmedos, luego de las lluvias incesantes que durante todo el año se precipitan sobre la tierra rojiza y esponjosa que nutre la selva.

Se requiere también un comedor amplio, con una cocina grande y expuesta que sirva de gran salón para los banquetes al atardecer. La orientación Sur es ideal para descansar los ojos del sol y poder mirar en primer plano el oscuro verdor de las araucarias que se yerguen saludables y firmes frente al ventanal inmenso. A cada extremo del refectorio, el área de huéspedes por una parte y el dormitorio del anfitrión por el otro. Un volumen extenso a más no poder, alto como fue posible concebir, construido enteramente de la misma madera de pino cuyos cultivos y plantaciones van horadando y carcomiendo la selva y su diversidad.


Completamente pintado de negro brillante por dentro y por fuera, a cada paso da cuenta de la tierra oxidada y rocas calizas que sirvieron para construir los castillos de arena que llamamos hoy misiones jesuíticas, ruinas prematuras de una civilización con alardes utópicos, de corta vida, pero de huella profunda en el territorio basto de la Sudamérica subtropical, donde la valoración de la cultura guaraní se mantiene hasta nuestros tiempos.
