
-
Arquitectos: TAAB
- Área: 600 m²
- Año: 2025
-
Fotografías:Cesár Belio
-
Proveedores: Porcelanosa Grupo, Miele, Accesorios Novacasa Zamora, Aluminio Rocalum, Construlita Guadalajara, Herrería Taller Limón

Descripción enviada por el equipo del proyecto. Ubicada a orillas del Río Celio en Jacona, Michoacán, la casa se posa sobre un terreno triangular, con una de sus aristas curvada, al igual que la esquina más próxima al agua. El muro perimetral nace de este trazo y se pliega, se abre para dar la bienvenida y luego envuelve los jardines como si los acunara, con un movimiento inspirado en el río contiguo al terreno.



El programa arquitectónico se organiza en dos crujías articuladas por el jardín que se encuentra en el acceso. La primera, orientada al nororiente y desarrollada en dos niveles sobre el lado más largo del triángulo, alberga en planta baja la habitación principal y la biblioteca. Desde allí, una puerta-librero oculta conduce a la cava subterránea, añadiendo un gesto de sorpresa y profundidad al recorrido. En la planta alta se encuentran las habitaciones de visitas. La segunda crujía, ubicada al sur, guarda lo cotidiano y lo esencial: la cocina, el comedor y la sala de estar, unidos en el exterior por un pórtico volado que los protege de la lluvia y matiza la luz de la mañana.




En cuanto a la materialidad, el muro que abraza la casa está construido en granito: una piedra oscura y densa que evoca la idea de refugio y sombra. En el interior, los muros de tierra con un acabado bruñido y las vigas de madera remiten a las casas tradicionales de la región y aportan calidez y memoria. La luz, tanto natural como artificial, ha sido diseñada para acompañar la arquitectura: sigue sus pliegues, codos y curvas, con una presencia mesurada y precisa.

El paisaje crece desde la arquitectura como una respiración prolongada. Pirules, agaves, papelillos y caliandras rodean la casa, se mecen con el viento y filtran la luz. Desde la penumbra interior, los sentidos se demoran en ellos: el movimiento leve de las hojas, el aroma terroso del jardín recién regado, el murmullo de sus ramas. El paisaje no es únicamente un elemento contemplativo, sino que dialoga con lo construido, lo ilumina, lo ventila y estructura el habitar.



A través de aperturas y transparencias la naturaleza entra en el espacio doméstico, convirtiéndose en remate visual de recorridos y articulando transiciones. No es un adorno sino un complemento esencial que equilibra lo tectónico con lo orgánico, haciendo visible el paso de las estaciones y sumando presencia, movimiento y vida. Así el paisaje respira, acompaña y transforma la experiencia cotidiana de la casa.
































