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Arquitectos: Atelier ITCH
- Área: 98 m²
- Año: 2025
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Fotografías:Joel Moritz

Descripción enviada por el equipo del proyecto. A la hora de planificar un edificio pequeño, es fundamental comprender el terreno, su entorno y las necesidades del usuario. En un terreno compacto, la forma suele estar dictada por limitaciones: el tamaño y la forma del terreno, los puntos de entrada y las escaleras. Sin embargo, cuando se interpretan de forma creativa, estas limitaciones pueden dar lugar a una historia distintiva, del tipo que define el encanto de las casas pequeñas.


Al final de un estrecho callejón se encontraba un terreno triangular de menos de 60 metros cuadrados. Dos lados bordeaban unas altas escaleras exteriores que conducían al terreno vecino superior, creando un terreno apretujado contra un terreno más elevado. Debido a esto, la luz solar del sur quedaba bloqueada y cualquier ventana que diera a la calle corría el riesgo de quedar a la vista de los vecinos. La estrechez de la calle también limitaba el acceso, lo que dificultaba la construcción.


Al cliente le fascinaba precisamente esta peculiaridad: la geometría irregular, la intimidad de los espacios compactos y los rincones secretos a los que solo se podía acceder por escalones empinados. Durante nuestras conversaciones, percibimos un deseo de soledad y libertad creativa, que nos recordó a un escondite infantil. En lugar de un espacio abierto, el cliente quería un lugar privado y cerrado donde poder concentrarse y expresarse artísticamente, una fortaleza tranquila para la creación.


Tradujimos esto al concepto de «estratificación». El plano triangular se dividió en tres partes y se construyó hacia arriba mediante una estructura de pisos divididos para maximizar la continuidad y la apertura. Se crearon entradas separadas para el sótano y la planta baja, mientras que el volumen de tres pisos se expandió verticalmente en siete medias plantas, convirtiendo la circulación vertical en la narrativa principal del espacio. En el interior, las escaleras se convirtieron en algo más que un elemento funcional: generaban ritmo y conexión entre los distintos niveles. Cada nivel dividido ofrecía tanto división como unidad, permitiendo que los 33 metros cuadrados de superficie se desplegaran como un único volumen que respira.


Externamente, el edificio se presenta como un búnker cerrado revestido de ladrillo rojo, un caparazón para la introspección más que para la exposición. Las aberturas se redujeron al mínimo; una única ventana alta y estrecha atraviesa la fachada de abajo hacia arriba, creando una rendija vertical de luz. La superficie de ladrillo, con detalles de unión variados, aporta profundidad y sombra, lo que confiere a la masa sólida una calidad artesanal y táctil, en lugar de una uniformidad plana.


Aunque cerrada, la estructura transmite una sensación de apertura gracias al patio situado en la parte superior. Este pequeño vacío deja entrar la luz del sol y el aire desde arriba, permitiendo que la intimidad y la apertura coexistan. La lluvia y el viento tocan suavemente el interior, conectando los espacios cerrados con el ritmo natural del exterior.

En el nivel más alto, al que se accede a través de este patio, se encuentra el estudio creativo del cliente, un refugio tranquilo con vistas a los espacios escalonados que se encuentran debajo. Aquí, la arquitectura completa su ascenso vertical: una estructura compacta pero profunda que encarna la protección, la concentración y la soledad creativa que nace de la restricción.



















