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Arquitectos: Isabel Escudero Herrera
- Área: 236 m²
- Año: 2014
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Fotografías:Isabel Escudero Herrera
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Situado en Pozoamargo, en pleno corazón de la Manchuela conquense, el nuevo horno de pan, diseñado por la arquitecta Isabel Escudero, recupera la arquitectura popular de la comarca con un lenguaje contemporáneo y se convierte en punto neurálgico de la población. El proyecto cuida las relaciones del edificio con el entorno, los ritmos espaciales, el sentido de la unidad y, sobretodo, su carácter útil y constructivo. Con esta idea la presencia exterior del obrador no muestra la luminosa amplitud del espacio interior. Las sensaciones espaciales se basan, más que en la abundancia de medios, en la sutileza de las alteraciones y en la complejidad de las relaciones.
El incendio del antiguo horno de leña de Pozoamargo originó la necesidad de proyectar un nuevo espacio donde albergarlo. Sin duda había que construir una geografía de la memoria arquitectónica de la Manchuela.
El primer objetivo fue, por tanto, ir cerrando la gigantesca manzana de “la cerca” –finca en la que se halla la parcela– levantando un muro coincidente con la alineación. El obrador se debía emplazar del modo más respetuoso posible por tratarse de un pequeño terciario en un entorno residencial. El horno y el despacho de pan estarían alojados en un volumen y los almacenes y espacios de servicio en otro, a modo de las casas de labor populares, y ambos volúmenes, aunque separados, conformarían una unidad visual.
Para no romper con el carácter de las edificaciones típicas del pueblo, se ha recurrido a la construcción de una cubierta a dos aguas sobre el volumen principal, mientras que la pieza de servicio posee una cubierta a un agua y se adosa al lindero noreste como memoria de las construcciones y de los corrales de la zona.
Sobre la cubierta del horno se levanta la gran chimenea, único elemento que recuerda la naturaleza industrial del edificio, que dota de carácter a la construcción aunque sólo se descubre desde el lateral del edificio o desde la lejanía. En el interior, la chimenea se convierte en un pozo de luz sobre el nuevo horno de leña.
Todo es blanco y las carpinterías azul cerúleo, como siempre. El zócalo gris característico desaparece y se convierte en una sombra que “esconde” la cámara de aire que evita las temidas humedades del terreno, mientras que el tono gris del suelo recuerda los solados de cemento de las construcciones agrícolas.
El edificio principal se eleva ligeramente del suelo, “flota”, se separa de la alineación para desplegar la necesaria rampa de acceso al despacho dejando un patio de entrada que le proporciona ventilación e iluminación adecuadas además de un lugar donde disfrutar de la sombra de los árboles. En este patio, una lámina de agua rememora los aljibes y pozos del pueblo.
Para cubrir la entrada al despacho, se añade un porche que llega hasta el muro de fachada y que cobija el hueco del escaparate además de una bancada corrida que continúa en el interior del despacho y que permite aliviar la espera en la compra o “tomar un café” en lugar recogido.
Los huecos son pequeños, como antaño, y, aunque aparecen “aleatoriamente” al exterior, se ubican siempre de forma estratégica permitiendo visuales largas desde el interior: las ventanas son siempre un punto de fuga de la mirada cuando se está trabajando. El hueco característico del edificio es de 50x50cm, a excepción de los huecos en fachada noroeste, de 30x30cm porque encaran la vivienda de la propiedad, y de los tres huecos del despacho que tienen mayores dimensiones por tratarse del espacio público. El gran hueco en esquina del despacho con forma horizontal permite la visibilidad de la puerta de acceso exterior desde el mostrador además de integrar el patio de acceso en el despacho.
El recuerdo de la tradición con un lenguaje contemporáneo –cambios de dirección, de nivel, de espacios y de puntos de vista, umbrales, sombras, el color, etc.– enriquece la experiencia de la compra del pan en este pequeño pueblo de Cuenca.