Mario Carpo

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¿Por qué los arquitectos jóvenes están tan cautivados por las tecnologías vintage de los 70's?

Existe una generación de arquitectos jóvenes que se han obsesionado con la cultura visual que forjó los relojes Casio y Superstudio. En este ensayo Mario Carpo explora las razones.

La era de los viajes ha finalizado

Se suponía que la arquitectura modernista era, en teoría, la misma en todos los lugares; esa es una de las razones por las que el modernismo en la arquitectura también fue llamado el estilo internacional. Si todos los edificios modernistas tienen el mismo aspecto, cuando se ve uno, se habrían visto todos: no sería necesario seguir viajando. Sin embargo, a lo largo del siglo XX, la cultura y la tecnología modernistas respaldaron y favorecieron con entusiasmo los viajes. En los años 60 viajamos a la Luna, y la aviación civil hizo el mundo más pequeño. En la cultura modernista, los viajes eran buenos. Hizo que todos los viajeros se convirtieran en humanos mejores y más felices. Fue bueno aprender idiomas extranjeros e ir a lugares lejanos. Los viajes de alta modernidad no solo eran buenos; también geniales. Los jet set de los años 60 fueron los ciudadanos más geniales del mundo. Incluso más tarde en el siglo XX, la expectativa general era que los viajes sin fronteras y sin interrupciones fueran cada vez más fáciles y frecuentes. La mayoría de los europeos de mi generación crecieron aprendiendo dos o más idiomas extranjeros, y hasta hace poco no era inusual nacer en un país, estudiar en otro y encontrar el primer trabajo en un tercero. Esto fue visto como una oportunidad, no como una privación.

Olvidemos lo "Post-Digital": La innovación en la arquitectura apenas comienza

Este artículo fue originalmente publicado en Metropolis Magazine como "The Post-Digital Will Be Even More Digital, Says Mario Carpo."

Las presentaciones o lanzamientos de libros son del pasado. Se podría argumentar que lo mismo se aplica a los libros impresos; pero a la fecha habemos muchos que todavía leemos y escribimos libros, sin embargo, no encuentro muchas razones para seguir presentándolos en librerías de ladrillo y concreto o lugares similares. Mis amigos de la industria editorial me dicen que un solo tweet o hashtag exitoso en Instagram, puede vender más copias que el lanzamiento de un libro y seguramente a un costo menor. Además, uno de los aspectos más desconcertantes de los lanzamientos de libros es que, tradicionalmente, –y recuerdo que ya era el caso cuando era estudiante– una fracción significativa del público presente tiende a ser visceral y vocalmente hostil al tema del libro que se presenta. ¿Por qué los lectores que no les gusta un libro como una simple cuestión de principios se toman el tiempo para leerlo en su totalidad y luego desahogar su ira contra su autor? No lo sé; pero esto es para decir que después de haber publicado un libro el otoño pasado titulado The Second Digital Turn: Design Beyond Intelligence, tuve muchas oportunidades, en el transcurso de los últimos meses, de recoger un vasto repertorio de lugares comunes tecnófobos. Principalmente se destacó entre ellos, debido a su extravagancia, la objeción de que la innovación digital ya habría seguido su curso: habiéndose adaptado y adoptado a algunas nuevas herramientas y tecnologías con las que los arquitectos habían avanzado, libres por fin para obtener volviendo a las cosas que realmente les importan (cualquiera que sean).