
Tradicionalmente se ha asociado a las viviendas de protección oficial o a la vivienda social una imagen de sencillez, acabados de mala calidad o, incluso, marginalidad. Quizás fuese así en los años setenta, en la que los polígonos residenciales de enormese bloques de viviendas acaban conformando una suerte de Ghettos en los que primaba cuadrar el número de familias a alojar antes que ofrecer unas condiciones de vida medianamente aceptables o dignas. Es evidente que este sistema obsoleto y caduco ha dejado de aplicarse, en la actualidad las planificaciones urbanísticas se cuidan y trabajan de otra manera en cualquier ciudad del mundo.




