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Arquitectos: Angela Castilho Arquitetura e Interiores
- Área: 70 m²
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Fotografías:Edgard Cesar

Descripción enviada por el equipo del proyecto. Implantada en el lugar que antes albergaba un antiguo establo de ponis, la capilla fue concebida como un espacio de introspección, recogimiento y conexión espiritual. La elección del sitio surgió del deseo de resignificar ese sector del terreno, aprovechando una preexistencia construida entre un bambusal, elemento natural que pasó a formar parte esencial de la nueva arquitectura.

La decisión de preservar la vegetación original e incorporar parte de la estructura existente guió las principales decisiones de implantación, volumetría y luz. La capilla fue ubicada al fondo del jardín, moldeada cuidadosamente entre el paisaje. La naturaleza fue conservada y tiene un papel central en la composición: la arquitectura se integra con ligereza al entorno, y las aberturas interiores enmarcan escenas vivas del bambusal, permitiendo que la experiencia sea, ante todo, sensorial.

La geometría de la capilla está compuesta por volúmenes blancos y sólidos, con líneas rectas y sin ornamentos —solo lo esencial. La simplicidad formal es una elección estética y conceptual alineada con la filosofía Wabi-Sabi que guía los proyectos del estudio. La obra valora lo imperfecto y lo impermanente, incorporando una belleza silenciosa y natural en su materialidad y proporciones. La ausencia de excesos vuelve el espacio aún más simbólico, donde cada vacío tiene función y significado.

El uso de la luz natural también desempeña un papel central en el proyecto. La cubierta y las aberturas fueron diseñadas para captar la luz del entorno y permitir la entrada de franjas filtradas que se transforman a lo largo del día y de las estaciones. La intención era que estos efectos envolvieran al visitante en una atmósfera silenciosa y contemplativa, contribuyendo a una experiencia inmersiva y espiritual. El espacio invita a la pausa, al desapego. Es una arquitectura que no busca la ostentación, sino la pureza.

En el interior, destaca una imagen de Cristo que ocupa el punto focal del espacio. Proveniente de la antigua residencia de la arquitecta, la pieza gana allí un nuevo protagonismo. La capilla fue pensada precisamente como un lugar donde esa imagen pudiera resignificarse, acogida en un ambiente a la altura de su simbolismo.


Con capacidad para aproximadamente 40 personas, el espacio mantiene una escala íntima. La inspiración en la simbología del pesebre no se presenta de forma literal, sino que se expresa en la transformación del establo de ponis en una capilla, en la elección de materiales naturales, en la delicadeza de los detalles y en la búsqueda de una espiritualidad despojada. Es una arquitectura que invita a cada visitante a abrir un diálogo interior con lo sagrado.
