
¿Y si imagináramos los edificios como sistemas vivos, diseñados para ser montados y desmontados con un impacto mínimo? Una forma de arquitectura abierta, modular y adaptable, diseñada para evolucionar con su entorno, respondiendo a los cambios estacionales y necesidades bajo demanda, en lugar de permanecer estática. A primera vista, la idea parece paradójica, ya que muchos edificios se construyeron para durar, diseñados para resistir los efectos del tiempo y evitar la demolición. Por ello, dar marcha atrás o deshacer podría considerarse un retroceso. Pero, ¿y si esa forma de pensar ya no se ajusta a todos los escenarios?