
En la antigua Grecia y Roma, las ágoras y los foros eran espacios donde mercaderes y artesanos mostraban sus productos. Aunque no eran showrooms en el sentido moderno, ya operaban como escenarios destinados al estímulo visual. El concepto que hoy conocemos tomó forma siglos después, durante la Revolución Industrial, cuando las novedades en vajillas comenzaron a presentarse en ambientes cuidadosamente diseñados. Y ahí está la clave: diseñar. A lo largo del tiempo, los espacios dedicados a mostrar materiales, muebles y objetos han sido mucho más que vitrinas; han funcionado como plataformas de exploración y experimentación. Lo que hoy llamamos showroom hereda ese espíritu: espacios donde el diseño no solo se observa, sino que se toca y se proyecta en tiempo real, dando pie a herramientas como los moodboards.