
El futuro de la arquitectura no solo se está dibujando, también se está programando. Desde que el matemático John W. Tukey acuñó el término "software" en 1958 en The American Mathematical Monthly, su influencia no ha dejado de expandirse: primero revolucionó la ciencia y la ingeniería, y luego comenzó a transformar silenciosamente la arquitectura. Lo que en un inicio se adoptó como una innovación para cálculos estructurales y dibujo técnico, hoy revela un potencial mucho más amplio, convirtiéndose en un motor creativo dentro de la narrativa y práctica arquitectónica.
Aunque esa transformación ya echó raíces, formando parte habitual de cómo diseñamos y pensamos, su integración sigue evolucionando. En la reciente AIA Conference on Architecture & Design, en Boston, las innovaciones presentadas dejaron claro que estamos entrando en una nueva etapa: una en la que el software y la inteligencia artificial no solo mejoran los flujos de trabajo, sino que también participan activamente en la definición de la sostenibilidad, la normativa y la toma de decisiones. Hoy, arquitectos y desarrolladores de software trabajan con el código bajo una lógica similar a la de un material: no se modela ni se talla, sino que se configura mediante parámetros, ciclos, evolución constante y retroalimentación. Al mismo tiempo, los arquitectos colaboran con la inteligencia artificial como una copiloto en el proceso de diseño, utilizándola para acompañar la toma de decisiones y potenciar el proyecto.