Después de dos semanas de nominaciones en la 16ª edición de los Premios Obra del Año 2025, nuestra comunidad evaluó más de mil proyectos y seleccionó a los 15 finalistas. Los premios de este año celebran la excelencia en diseño, innovación y sostenibilidad, específicamente en la región de Latinoamérica y España, destacando una selección excepcional de proyectos en la lista de finalistas. Como un premio basado en la participación del público, nos enorgullece afirmar que sus elecciones reflejan auténticamente el estado actual de la arquitectura, y la calidad de los finalistas de este año subraya aún más la excelencia y diversidad presentes en el campo.
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MVRDV y la Universidad Tecnológica de Delft lanzan un comunicado _Le Grand Puzzle_, un estudio urbano de Marsella en el sur de Francia. Imagen Cortesía de HÇläne Bossy, Manifesta
En la arquitectura, la mayoría de las prácticas giran en torno a la entrega de proyectos a los clientes. Las oficinas están moldeadas por plazos, presupuestos y documentos claros. Aunque esta estructura produce edificios, rara vez deja espacio para que los arquitectos/as cuestionen temas más amplios — sobre cómo vivimos, cómo están cambiando las ciudades, o qué exige el futuro del diseño. Pero junto a este sistema enfocado en la producción, ha surgido un movimiento más silencioso: estudios, colectivos y fundaciones que priorizan la investigación, la experimentación y la reflexión. Estos son los think tanks de arquitectura — espacios diseñados no para construir de inmediato, sino para pensar primero.
La idea de un think tank no es nueva. Tradicionalmente encontrados en la política, la economía o la ciencia, los think tanks reúnen a expertos para estudiar problemas complejos y proponer soluciones. En la arquitectura, su auge revela una tensión en el corazón de la disciplina. Si la arquitectura ha de seguir siendo social y ambientalmente relevante, ¿puede seguir confiando solo en prácticas impulsadas por los clientes? ¿O debe abrir espacio para una indagación más lenta y profunda?
En la búsqueda de fomentar el sentido de pertenencia de sus habitantes, valorar sus culturas ancestrales y preservar su identidad, el territorio latinoamericano reconoce una arquitectura con amplios matices y características regionales. El uso de técnicas constructivas y materiales locales o el diálogo entre lo modular y lo vérnaculo, entre otras cuestiones, reconocen la intención de promover la participación de comunidades nativas, estudiantes y sus familias, pueblos originarios y constructores locales durante el proceso de construcción y diseño de una gran variedad de escuelas rurales a lo largo de la extensión de América Latina.
La arquitectura es, por naturaleza, una práctica basada en el lugar. La cantidad de conocimiento local necesario para diseñar un edificio ha significado que los arquitectos/as, incluso muchos de aquellos con obras ampliamente distribuidas, han tenido concentraciones de proyectos construidos en ciudades individuales. Giovanni "Gio" Ponti, nacido y criado en la ciudad italiana de Milán, es uno de esos arquitectos. Sus proyectos fuera de Milán incluyen el Museo de Arte de Denver en EE.UU. y la Villa Planchart en Caracas, Venezuela, así como edificios universitarios en Padua y Roma, y la Catedral de Taranto. Sin embargo, sus obras en su ciudad natal, como la Torre Pirelli, rastrean mejor el desarrollo de su arquitectura y su contribución al diseño de productos y la publicación.