La semana pasada circuló el rumor sobre la posible venta de la sede del Partido Comunista Francés (Parti communiste français o PCF) en París, diseñada por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer.
El emblemático edificio, ubicado en la Plaza del Coronel Fabien fue proyectado y construido entre 1967 y 1972, cuando el partido seguía representando el 22,5% del electorado francés (recién en 1978 se vieron superados por los socialistas).
El rumor de la venta fue desmentido desde la dirección del PCF:
“El local no está en venta, entre otras cosas porque no tenemos otra cosa que ofrecer a los bancos cuando pedimos un préstamo”.
No sería la primera vez que los comunistas franceses tengan que recurrir a su patrimonio artístico para llenar sus alicaidas arcas. Hace unos años atrás vendieron el llamado espacio Marx, la obra La Gioconda con bigote, de Duchamp y ahora están estudiando hacer lo mismo con un tapiz de Ferdinand Léger y un gran vitral que hizo junto a su mujer.
En cuanto al edificio de Niemeyer, gran controversia causó cuando fue alquilado por primera vez por una marca de moda para hacer un desfile en sus dependencias. Un acto que difícilmente se hubiera llevado a cabo cuatro décadas atrás. Ver a las modelos de Prada desfilar en el emblemático edificio debe haber sido, por lo menos, algo sorprendete y perturbante. Parecido a la sensación de entrar a conocer una obra de arquitectura por la puerta de atrás sin pedir permiso y escaparse de los guardias.
Luego, existe otro problema que va más allá de los 50 millones de euros que cuesta. Y es que el edificio es monumento histórico por lo que no puede ser modificado. Encontrar a alguien que le interese un edificio así de simbólico no es fácil y para el PCF es difícil de mantener, ahora que no reciben el equivalente a los 1,7 millones de euros que llegaban anualmente desde la URSS antes de la caída del muro de Berlín.
Fotografías del autor.