Arquitectura y género: lugares de espera, espacios de privilegio

La dimensión espacial del género es un tema recurrente en el campo arquitectónico. El caso del baño es discutido de forma amplia dentro de las agendas LGBTQIA+ como específicamente en las intersecciones de la teoría queer en la arquitectura.

El filósofo Paul Preciado, en 'Basura y Género', señala los inodoros y urinarios como dispositivos demarcadores de género: la condición de sentarse en el inodoro o vigilar/ser vigilado en el urinario, garantiza la perpetuación de la estanqueidad de los binarismos de género masculino y femenino. Las mujeres orinan sentadas en cabinas privadas, los hombres orinan de pie en dispositivos colectivos. En esa lógica, los hombres que orinan sentados en cabinas privadas son "menos hombres". Otro ejemplo interesante para pensar en la generificación de los espacios, son las alcobas, tradicionales en las edificaciones coloniales, que funcionaban como dispositivos de segregación y vigilancia de las hijas vírgenes. Esos pequeños cuartos sin ventilación eran normalmente situados en áreas centrales - adyacentes al corredor, cocina o sala - para posibilitar el control dado por los miembros de la familia.

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Imagen creada mediante DALL-E por Lucas Reitz con el prompt: "una ilustración de las zonas de estar y de espera del centro comercial con sofás y sillones solo ocupados por hombres blancos de clase media"

Estos dos ejemplos ilustran el modo como las intersecciones de las teorías de género y arquitectura han discutido la constitución del espacio arquitectónico pensado para dar soporte a las dinámicas del sistema género-sexo. Es decir, se considera que las construcciones de (cis)masculinidad y (cis)feminidad necesitan de aparatos espaciales para construirse: ejemplo el urinario, la alcoba.


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Dentro de los tantos tipos arquitectónicos que la reciente expansión capital del sur global produjo y que atraviesan género y clase, como la estación de servicio-plaza de alimentación y las barberías-que-celebran-la-hipermasculinidad, para citar algunos, aislo un caso muy corriente de los espacios semipúblicos de Brasil: la sala de espera para el proveedor, o la salita semipública. Normalmente esparcidas en shoppings, aeropuertos, terminales de autobuses, en corredores amplios en frente de tiendas de maquillaje y fast-fashion, esas "salitas" son espacios discretos diseñados para materializar la dinámica "mujer compra, hombre espera". Tan marcado en el discurso cis-heteronormativo, esa lógica asigna/afirma/da soporte al hombre-padre-de-familia como proveedor, productor, y a la mujer-madre-de-familia como consumidora. La dinámica, inclusive, ayuda a rechazar el consumo por el proveedor, relegando la actividad de consumir, comprar, como típica de la performance femenina o de la homosexualidad. Es decir, esperar es el lugar del macho. Esperar es ser macho.

Las salitas semipúblicas son generalmente constituidas por un conjunto de asientos dispuestos alrededor de una decoración sobria, en la que predominan los colores oscuros. El tipo arquitectónico vive su caricatura cuando los detalles denuncian que este espacio no es, de hecho, un local para reposo de personas que andan con ayuda de bastones o muletas, pues no presentan aparatos accesibles; o para personas con hijos y que necesitan de momentos de descanso, ya que son normalmente compuestos por butacas individuales. Por el contrario, esos espacios se constituyen de un simulacro de sala de estar, el lugar de la domesticidad en que el hombre cis-hetero espera su esposa y su cerveza, como el cine y la publicidad ya nos han contado excesivamente.

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Imagen creada mediante DALL-E por Lucas Reitz con el prompt: "una ilustración de las zonas de estar y de espera del centro comercial con sofás y sillones solo ocupados por hombres blancos de clase media"

La diferencia crucial entre la salita semipública y la sala de estar privada de la familia cis-hetero es que, en esta última, el hombre contempla el entretenimiento hecho a la medida para él - la televisión y la propia existencia de un ambiente dedicado a ella, demarcando su posición de proveedor en el ámbito privado. En cambio, en la salita semipública, el ritual de la afirmación de su masculinidad proveedora es colectivizado por otros hombres-proveedores y su prole. La escena es típica, replicable: el hombre-proveedor mueve su smartphone al lado de su hijo, intercambiando mínimas palabras de orden, mientras vigila la puerta de Zara en la espera por su esposa con las bolsas de compras.

En ese sentido, invito a pensar en la salita semipública o la sala de espera para el padre-de-familia-proveedor como un urinario del espacio semipúblico. Es un lugar donde los hombres se comparan y se posicionan para demarcar la posición de proveedor, no de consumidor. Más que ocupar el espacio para la función de la espera, por cansancio o por el placer del ocio, el hombre-proveedor ocupa la salita para ser visto por los otros hombres-proveedores como aquel que no compra, provee. La sala de espera para el proveedor es el urinario que todos pueden ver. Aún, en el ámbito del ocio, es la colectivización de parte de la performance cis-heteronormativa.

En medio de la producción espacial que perpetúa la heteronorma, proyectos como Stalled!, buscan cuestionar los dispositivos de normatización de género. La propuesta presenta una serie de guías para el diseño de baños que promuevan justicia social a partir de un espacio multigénero y colectivo. Stalled!, fue desarrollado por Susan Stryker, historiadora transgénero, Joel Sanders, arquitecto y Terry Kogan, del área del derecho, y lanza prototipos para edificios públicos, pensando desde el proceso de diseño a su posible implantación. El baño, en el caso de Stalled!, es un espacio pensado a partir de una experiencia segura para personas trans, madres amamantando y niños acompañados, en una configuración espacial que permite fluidez de circulación, accesos amplios para seguridad y confort de todos.

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Imagen creada mediante DALL-E por Lucas Reitz con el prompt: "una ilustración de las zonas de estar y de espera del centro comercial con sofás y sillones solo ocupados por hombres blancos de clase media"

Más importante para esta discusión, Stalled! propone el baño como dispositivo de colectivización de la sexualidad. Los prototipos y lineamientos presentan salas de espera y ambientes lounge que hacen de las prácticas de baño y cuidado experiencias menos segregadas y posibles de ser compartidas entre personas de diferentes géneros. Comienza, entonces, con la idea de que esperar y desinfectar son prácticas generalizadas para todos los géneros. Es un claro ejemplo de las posibilidades de invertir espacialmente la lógica de la cis-heteronorma.

Entonces, del ejemplo de Stalled! y a partir del caso de la sala semipública, se puede especular sobre los cruces de género y sexualidad en las prácticas espaciales. En este sentido, nos corresponde crear y buscar soluciones espaciales que saquen de su zona de confort a quienes han estado en una posición de espera y privilegio y proponer proyectos que habiliten otras lógicas en las dinámicas espaciales actuales.

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Sobre este autor/a
Cita: Reitz, Lucas. "Arquitectura y género: lugares de espera, espacios de privilegio" [Arquitetura e gênero: lugares de espera, espaços de privilégio] 21 jun 2023. ArchDaily México. (Trad. Dejtiar, Fabian) Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/1002761/arquitectura-y-genero-lugares-de-espera-espacios-de-privilegio> ISSN 0719-8914

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