Autogestión en tiempos de pandemia al sur de Bogotá

Los investigadores Andrés Sánchez Arias, Stefanie Pechar y Andrés Felipe Martínez Motta nos comparten el siguiente artículo sobre la Autogestión Alimentaria y acción comunitaria en el marco de la pandemia, en el caso particular del barrio Altos del Pino en Cazucá, ubicada en Soacha, al sur de Bogotá.

Condiciones de vida en tiempos de pandemia en Altos del Pino

Soacha es un municipio que conurba con Bogotá en el costado sur. Esta conurbación une la localidad de Ciudad Bolívar en Bogotá, uno de los asentamientos informales más grandes de Colombia con Cazucá, asentamiento informal ubicado al costado norte del municipio de Soacha, que alberga la mayor cantidad de población migrante interna del país.

A nivel administrativo, Cazucá es la comuna 4 de Soacha y cuenta con 33 barrios. Se estima que más de 350.000 personas viven en Altos de Cazucá. Sin embargo, esta cifra puede triplicarse, ya que durante los últimos años ha sufrido un crecimiento poblacional elevado debido a la llegada de familias desplazadas de la costa pacífica colombiana y la llegada de migrantes venezolanos desplazados por la crisis política que vive el país. Las cifras oficiales tampoco son reales ya que la comuna no ha recibido atención del gobierno y no ha sido legalizada.

© Aaron Blakke

En este contexto, el desarrollo de Cazucá y en especial el barrio Altos del Pino sólo pudo tener lugar por iniciativa propia, la autogestión, la autoconstrucción y las estructuras comunitarias creadas por los habitantes.

Durante la pandemia, el barrio Altos del Pino no fue la excepción a este cambio en la cotidianidad. En un entorno donde la comunidad y la colectividad son fundamentales, y donde la informalidad económica es común para la mayoría de la población, los principales problemas giran alrededor de la imposibilidad de desenvolverse en la búsqueda del sustento diario y la obligación de nuevas formas de relacionarse entre ellos. 

© Iván Morales

En Altos del Pino la población se sustenta en la economía informal, y entre las diversas labores se destacan la construcción independiente, el servicio de limpieza a los hogares y las ventas ambulantes, trabajos que debido al aislamiento y la contingencia se han detenido, dejando incertidumbre y desempleo a su paso. Sin embargo, muchas personas han tenido que salir a “rebuscarse” en las calles con el fin de sostener a su familia a pesar del riesgo de contagio. Otros han adecuado los espacios para pequeños talleres de costura, aprovechando la demanda de tapabocas y trajes de seguridad, para luego venderlos en la calle o puerta a puerta.  Aunque algunos habitantes de Altos del Pino han intentado generar emprendimientos y alternativas de trabajo, su desarrollo se dificulta ante la realidad económica de destinar recursos a otras actividades diferentes a la alimentación.

Además de estas dificultades económicas, la delicada situación de salud se complica ante las históricas dificultades de acceso a infraestructuras sanitarias. En un territorio donde el acceso al agua es intermitente y las condiciones de hacinamiento son altas, las medidas de distanciamiento social y bioseguridad están lejos de cumplirse a cabalidad, acatar la regulación de distancia ha resultado muy difícil debido a la alta densidad poblacional de la zona. Aún así, muchos de los habitantes son conscientes que el cuidado depende de ellos porque el estado y las medidas de prevención en el territorio no son vigiladas por las entidades ya que las ambulancias no suben, la policía hace muy poca presencia y las pruebas de contagio no se realizan.

Acción comunitaria y procesos de autogestión para afrontar la alimentación en la pandemia.

Históricamente Altos del Pino se ha consolidado a través de la ayuda colectiva, y  gracias al apoyo mutuo los habitantes han solucionado durante más de 20 años, la construcción de sus viviendas, las infraestructuras y los espacios públicos fomentando diversas actividades.

Durante la pandemia la experiencia de la comunidad ha servido para afrontar estas contingencias y ha motivado a los habitantes del barrio a realizar acciones que mitiguen esta crisis. Proyecto Escape es un ejemplo de estas iniciativas. Como fundación sin ánimo de lucro fue constituida legalmente en 2015, pero ha estado activa en el barrio Altos de Pino desde hace más de 24 años acompañando y fortaleciendo el desarrollo comunitario a través de diferentes ejes de acción. La mayoría de los miembros y voluntarios de Proyecto Escape son residentes de la comunidad y, por lo tanto, saben mejor que nadie qué necesidades existen a nivel local y qué se puede y debe hacer para mejorarlas de manera sostenible.

Además de fomentar el desarrollo personal de los niños, jóvenes y madres de la comunidad a través del trabajo en las áreas de educación, música, deportes y medio ambiente han generado alianzas con el colectivo Urbz Colombia, la Universidad de la Salle y El Dorado Films para mejorar la calidad de vida. En todas las actividades, se hace especial énfasis en la transmisión de valores sociales con el objetivo de generar oportunidades de crecimiento individual y colectivo permitiendo así el desarrollo social comunitario.

© Archivo Proyecto Escape

Basados en esta experiencia y en el marco de las acciones durante la pandemia, Proyecto Escape ha organizado la iniciativa “Despensas Comunitarias”. Esta iniciativa busca, a través de donaciones monetarias, abastecer a las familias más vulnerables con la entrega de mercados.

“Nosotros como organización estamos haciendo un proyecto de solvencia de alimentación, que básicamente recibe y distribuye  donaciones de personas naturales, empresas públicas, privadas o personas que quieran donar y las entregamos a los que más lo necesitan y son prioridad en este momento”- Fundación Proyecto Escape

El proceso inició en marzo de este año a través de la convocatoria en redes sociales, orientada a la donación de dinero en la cuenta de la Fundación. Organizaciones como El Dorado Films han acompañado con la producción de videos de promoción y Urbz Colombia con la edición de posters e imágenes de convocatoria en redes.  La experiencia de Proyecto Escape en los últimos años le ha permitido comprender y valorizar el potencial de la comunicación y las redes sociales.

Con los recursos recibidos, Miguel Zambrano líder de la fundación y dos miembros del barrio realizan la compra de alimentos en la central de abastos de Bogotá. Los productos son llevados al salón comunal de la fundación, y con todas las medidas de bioseguridad se organizan los mercados para ser entregados.

© Archivo Proyecto Escape

Hasta el momento se han entregado más de 900 mercados a las familias del barrio. Sin embargo, Proyecto Escape es consciente de los límites de esta estrategia, y sabe que es una respuesta inmediata para mitigar la emergencia, pero no solventa la totalidad de las necesidades de la comunidad. Debido a esto, la fundación está estructurando una propuesta más sostenible económica y socialmente, y que no dependa exclusivamente de las donaciones.

De esta manera, se estructuró el proyecto “Granja VIVA”, un proyecto que tiene antecedentes en los proyectos de huertas comunitarias que ha desarrollado Proyecto Escape desde el año 2013. Gracias a la experiencia de la familia Zambrano Guerrero y otros habitantes del barrio quienes al venir de zonas rurales implementaron diferentes prácticas a través de pequeños huertos, estas acciones se han fortalecido con la implementación de procesos pedagógicos con el fin de fomentar el valor de la agricultura con los niños del barrio. Miguel Zambrano padre coordinó estas actividades y la primera huerta comunitaria se realizó en un espacio residual junto al Salón de Botellas.

Esta experiencia se fortaleció en el año 2017 en el marco del 1er Taller de Arquitectura y Urbanismo Emergente. En este taller se proyectó la construcción de una Célula Restaurativa, una estructura en guadua que sirve como espacio colectivo de un jardín agroecológico urbano y un vivero de especies ornamentales. En este taller se articularon a las acciones de Proyecto Escape, Urbz Colombia, el Observatorio Urbano y el LAB-LAHC de la Universidad de la Salle, Proyección Social en Arquitectura de la Universidad Piloto, Semillas Arquitectura en Comunidad de Costa Rica y Arquitectura del Oxímoron, organizaciones que brindaron apoyo en áreas específicas. El objetivo era generar conciencia sobre la importancia de cuidar y conservar el ecosistema y el fortalecimiento de los procesos comunitarios. Desde el 2017 este espacio ha servido como punto de congregación de la comunidad en torno a diferentes actividades, reuniones, talleres, y huertas urbanas.

© Archivo Proyecto Escape

Aunque estas acciones han permitido de manera progresiva valorar y crear conciencia en torno al valor de la agricultura urbana, la pandemia supone nuevos desafíos en cuanto al potencial de la agricultura ante el problema alimentario que actualmente vive la comunidad. Las propuestas desarrolladas  fueron concebidas como herramientas pedagógicas y desde su esencia tienen una capacidad limitada en cuanto a la producción. Ante esta situación surge la idea de valorar, fortalecer y potencializar las experiencias adquiridas a través de un proyecto de granja comunitaria que satisfaga las necesidades que actualmente tiene la comunidad.

El primer paso para este proyecto fue concertar entre los miembros de la comunidad dos espacios colectivos que serán destinados para dos actividades: un espacio para huertas con un área de 280 m2  y un espacio de galpones para 900 gallinas. Con la selección de los espacios, Proyecto Escape con el apoyo del Dorado Films y Urbz Colombia, realizan un estudio de prefactibilidad y de la normativa requerida para estos espacios, además de plantear estrategias para la gestión de recursos y autoconstrucción de los espacios. El aporte de algunas personas del barrio ha sido importante para esta propuesta ya que su experiencia ha permitido orientar el proyecto.

La pandemia ha obligado a las organizaciones participantes a buscar alternativas y nuevas formas de trabajar de manera colectiva. Durante el proceso, se han organizado reuniones utilizando plataformas como Google Meet, se han asignado actividades específicas entre los participantes y a través de Whatsapp se van planteando los retos y estrategias para avanzar en el proyecto.

Se planea que esta propuesta esté lista para finales de junio y provea de manera permanente alimentos para la comunidad. Para la gestión durante el COVID-19 la comunidad ha establecido normas claras: no todos los miembros deben estar al mismo tiempo en los espacios, se asignan labores específicas en tiempos específicos que aseguren las normas de bioseguridad, pensando en la salud de los habitantes.

© Andrés Sanchez

Perspectivas y aprendizajes

Históricamente, comunidades informales como Altos del Pino han tenido que valerse por sí mismas para asegurar sus condiciones de vivienda, espacios públicos, trabajo, salud y alimentación debido a la constante estigmatización y olvido del estado.  Ante la crisis de pandemia la desigualdad se manifiesta de manera más radical.

Desligados de las acciones institucionales, la experiencia de trabajo colectivo que ha fomentado el desarrollo de los asentamientos informales ha servido para que estas comunidades emprendan proyectos de manera colectiva para afrontar las crisis. Ante un futuro que nos exige replantear la manera como nos relacionamos, cómo interactuamos con nuestro entorno y que nos obliga a repensar formas alternativas de convivir con la naturaleza.

De esta manera, el valor de estas acciones no solo radica en la cantidad de producción en metros cuadrados o la implementación de tecnología para su desarrollo, el potencial de estos procesos de seguridad alimentaria se fundamenta en el accionar comunitario y en el apoyo mutuo, y los habitantes de Altos del Pino han demostrado que a través de procesos comunitarios consolidados de manera progresiva, y con el apoyo de diversas organizaciones,  la agricultura urbana es posible como herramienta pedagógica, y como estrategia para mitigar los efectos de la pandemia.

Sin embargo, no hay que olvidar el rol de las instituciones en estos procesos, y estas experiencias comunitarias pueden dar perspectivas hacia posibles herramientas, políticas públicas o programas enfocados en fortalecer la seguridad alimentaria a escala local. Con respecto al futuro de estos procesos comunitarios autogestionados.

“En este momento tenemos que saber actuar, porque muchas cosas en el futuro dependerán de los cambios de hoy. Nos dimos cuenta que nos quedamos cortos en los temas de reacción comunitaria, y que académica, laboral, económica, comunitaria y socialmente vamos a tener que reactivar las actividades de formas distintas, en las que no estemos tan juntos ni tan distantes. Tenemos que evolucionar y hacerlo rápido.”- Fundación Proyecto Escape

Ante esta reflexión se hace importante el apoyo de la academia y los círculos profesionales como mediadores en el fortalecimiento de estas propuestas. Más allá de evaluar a través de casos de estudios publicados en revistas científicas, se hace necesario un accionar directo que valore y acompañe estos procesos comunitarios y brinde las herramientas necesarias para su correcto desarrollo desde los aspectos técnico, tecnológicos y ambientales.

© Archivo Proyecto Escape

Al mismo tiempo estos procesos históricos de autogestión y organización colectiva en los barrios informales deben ser herramientas válidas en el aprendizaje y la academia. Acciones y testimonios de más de 300 estudiantes vinculados al desarrollo de procesos comunitarios en Altos del Pino a través de talleres de bioconstrucción, diseño de equipamientos y mejoramiento de viviendas evidencian el valor de estos procesos en su formación. Esto les ha permitido reflexionar de manera crítica sobre el status quo que impera en el ámbito académico, muchas veces enfocado en responder a las necesidades del mercado. En el contexto de proyectos comunitarios han encontrado una alternativa para abordar de una manera más sensible y humana los retos de nuestro contexto en el marco de asentamientos autogestionados.

Agradecimientos: A Miguel Zambrano Guerrero, Nohora Guerrero, Miguel Zambrano y los miembros de Fundación Proyecto Escape. A Claudia Bohorquez habitante de Plaza la Hoja y coordinadora del Colectivo Hojas de la Esperanza. A Hector Alvarez líder del EcoBarrio Manantial en San Cristobal Sur.

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Sobre este autor/a
Cita: Andrés Sánchez Arias, Andrés Felipe Martínez Motta y Stefanie Pechar. "Autogestión en tiempos de pandemia al sur de Bogotá" 09 jul 2020. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/943239/autogestion-en-tiempos-de-pandemia-al-sur-de-bogota> ISSN 0719-8914

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