
Estaba viendo a un par de niños platicar después de haber ayudado a construir en cooperación con la comunidad, una nueva biblioteca en una escuela primaria pública en el municipio de Juárez (México), cuando uno de ellos, de 7 años, tez morena, chaparrón, juguetón pero muy humilde, toma un libro y una silla, se sienta, lo empieza a hojear y mirar fijamente las imágenes. En eso, el otro, de tez un poco más blanca, de 8 años, alto, pícaro y quisquilloso, conversa con el niño:
—¡Oye! ¿Qué quieres con ese libro? Tú ni sabes leer.
—¡Ah güey! Déjame, estoy viendo los dibujitos.
—Pues a que le tiras, si los libros son para leerse, no para ver dibujitos.
—¡Pues déjame! A partir de ahora voy a aprender a leer porque voy a venir todos los días a la biblioteca porque está bien “chida”.
He tenido la oportunidad de dar cátedra en cuatro universidades en las facultades de arquitectura a nivel licenciatura en la ciudad de Monterrey, y me he encontrado con una constante muy particular: las universidades (al menos en las que he estado) intentan egresar a estudiantes especialistas en AutoCAD y hacer renders sin importar si el alumnos realmente aprendió la importancia de tomar en cuenta a sus clientes y usuarios para poder diseñar.