
La agenda del siglo XXI requiere apuntar un conjunto de cambios estructurales, producto del tipo de desarrollo que, al menos desde principios del siglo anterior, como sociedad y región hemos sostenido. Ello se evidencia en nuestras ciudades y campos, donde las condiciones asociadas a la pobreza e inequidad, violencia y despojo, así como el cambio climático, por mencionar algunas, generan fuertes presiones, desequilibrios y mal-desarrollo en las dinámicas de ocupación y desocupación social de gran parte de nuestros territorios. Nos interesa poner la atención en un proceso espacial que se enmarca en esas dinámicas: la migración.
















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