
La manera en que percibimos un espacio no depende únicamente de su escala o de su forma, sino de una serie de decisiones que, desde el interior, moldean nuestra experiencia. Algunos gestos son determinantes: la altura libre, la organización de los planos verticales o el tamaño de la cama. Otros actúan con mayor sutileza, como la incidencia de la luz, la tonalidad de los materiales o el uso del color. Todas estas variables influyen en la forma en que se manifiesta el espacio—si lo sentimos abierto o contenido, seccionado o continuo. En esa misma línea, el uso de pisos en grandes formatos se vuelve una operación clave: reduce la fragmentación visual y refuerza la continuidad de las superficies.

