Aldo van Eyck y Lina Bo Bardi fueron dos figuras subversivas. Sus visiones de colectividad y juego, aunque aplicadas en estructuras muy distintas, tenían como principal punto en común una idea de arquitectura que va más allá del diseño. Un espacio que se hace vivo por la apropiación, por el movimiento y por el intercambio. Desde los parques infantiles holandeses hasta el museo paulista, los ideales de los arquitectos se entrelazan, fortaleciendo la idea de una arquitectura donde cualquier persona se convierte en niño.
Aldo y Lina pertenecían a la misma generación — él falleció en 1999, a los 80 años, y ella, a principios de esa década, a los 77. Llegaron a conocerse en vida: en 1969, cuando el arquitecto holandés visitó São Paulo, fue recibido para un almuerzo en la Casa de Vidrio, residencia de Lina. Nunca trabajaron juntos, pero el destino aún les reservaría un encuentro inesperado. Años después de la muerte de Lina, Aldo se topa por casualidad con una exposición dedicada a la arquitecta. La experiencia lo impacta hasta el punto de cruzar Brasil para conocer su obra de cerca. De este reencuentro —aunque póstumo— nacen paralelos inevitables entre sus trabajos, afinidades que hasta entonces permanecían latentes. Esta trama de coincidencias y diálogos silenciosos es el hilo conductor de diversas investigaciones incluyendo, principalmente, el libro Lina por Aldo: Afinidades en el pensamiento de los arquitectos Lina Bo Bardi y Aldo van Eyck, publicado en 2024.
No obstante, las similitudes entre Lina y Aldo no se revelan en las formas visuales de sus proyectos, sino en algo más profundo: una arquitectura que se abre a las personas y que se completa en la interacción entre los habitantes de la ciudad. En este horizonte, lo lúdico —en todas sus manifestaciones— surge como un lenguaje común, capaz de transformar espacios en lugares de encuentro, movimiento y descubrimiento.
Artículo relacionado
Conquistando el espacio público: la historia de los parques infantilesTodas las naciones juegan, y juegan de forma notablemente parecida — Johan Huizinga
Entre 1947 y 1978, contratado por la ciudad de Ámsterdam, Aldo van Eyck diseñó alrededor de 750 parques infantiles. Más que lugares para jugar, estos espacios eran territorios de imaginación y, al mismo tiempo, puntos de identidad en comunidades que buscaban reconstruirse después de la Segunda Guerra Mundial. Su red de parques infantiles funcionaba como una estrategia urbana silenciosa, pero poderosa, capaz de revertir el carácter rígido y funcionalista del Movimiento Moderno y devolver a las ciudades algo esencial: la dimensión del encuentro.
Aldo van Eyck defendía una arquitectura al servicio de la vida cotidiana y de la interacción social. En los parques infantiles de Ámsterdam, creó un vocabulario simple — cajas de arena con borde de concreto, bloques redondeados, barras curvas, árboles y bancos — que, combinados de diferentes formas, se adaptaban a cada terreno disponible. Más que repetir fórmulas, su estrategia era táctica: ocupar vacíos de la ciudad con estructuras temporales que invitaban a la apropiación. Al apostar por elementos abstractos, en lugar de equipamientos tradicionales como toboganes y subibajas, Van Eyck también estimulaba nuevas formas de jugar. Las geometrías, para Aldo, eran elementos de apoyo, porque la forma arquitectónica vendría a través del movimiento de los niños. Una forma efímera y reinventada en cada juego.
Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, Lina elevaba el MASP sobre pilotis, "devolviendo" el vacío libre a la ciudad — gesto que el propio Aldo destacaría al visitar el museo. Pensado como un espacio de encuentro y socialización, la arquitecta llegó a incluir en el proyecto elementos lúdicos para niños, recordados por su biógrafo Francesco Perrotta-Bosch, pero nunca construidos. Aún así, el juego en Lina no se restringía al universo infantil: se manifestaba en la defensa de una apropiación libre del espacio, sin usos pre-determinados, donde lo inesperado siempre pudiera suceder.
Esta intención se revela de forma contundente en los proyectos de la arquitecta — no solo en el vacío libre del MASP, sino también en el Sesc Pompeia, con el espejo de agua y la chimenea que evocan los elementos del agua y del fuego, creando calidez e invitando a múltiples apropiaciones. Lo mismo ocurre en el Teatro Oficina, pensado como un espacio a ser vivido con el cuerpo: escalado, recorrido, descubierto. Según Marcelo Ferraz, el diseño de Lina era "como el de la niña que juega a hacer ciudades, a inventar mundos". Son formas entreabiertas, "son vacíos impregnados de posibilidades", en los cuales la gran escala acoge los acontecimientos cotidianos, mientras una multitud de dispositivos de pequeña escala despiertan afecto.
Todos estos gestos revelan, de forma casi palpable, lo que Lina entendía como arquitectura. En los años 1980, en medio de una conversación con estudiantes en el Sesc Pompeia, fue provocada a responder sobre cuál sería, al fin y al cabo, el papel de la arquitectura. Su respuesta no vino en términos técnicos ni académicos, sino en una imagen cotidiana y profundamente humana: "la arquitectura, para mí, es ver a un anciano o a un niño con un plato lleno de comida cruzando elegantemente el espacio de nuestro restaurante en busca de un lugar para sentarse, en una mesa colectiva." Es en esta escena simple — pero cargada de afecto — que Lina condensaba su visión de arquitectura. Francesco Perrotta-Bosch, en el ensayo Una fábula de las dos escalas, del libro Lina por Aldo, retoma precisamente esa mirada, reforzando la potencia de una definición que nace de la acción.
Un templo, un monumento, el Partenón o una iglesia barroca existe en sí por su peso, su estabilidad, sus proporciones, volúmenes, espacios, pero hasta que el hombre no entre en el edificio, no suba los escalones, no posea el espacio en una 'aventura humana', la arquitectura no existe, es un esquema frío no humanizado. – Lina Bo Bardi
En este horizonte, queda claro cómo Lina y Aldo se alejan de la figura del arquitecto demiurgo, que busca controlar formas y comportamientos de manera absoluta. En cambio, ambos reclaman una arquitectura abierta, incompleta, que solo se realiza plenamente en la presencia del otro — en el gesto de jugar, en el cruce de un plato de comida, en el cuerpo que escala, corre, descubre. Es en este espacio de libertad e imprevisibilidad donde sus obras encuentran afinidad: una arquitectura menos como imposición y más como invitación, donde cada persona — independientemente de la edad - puede convertirse en autora del espacio.
Ante los cánones arquitectónicos del modernismo del siglo XX, Aldo van Eyck y Lina Bo Bardi fueron dos subversivos, indisciplinados, insubordinados. Sus patrones se distanciaban en todo del Modulor, el hombre adulto de estatura media y proporciones supuestamente áureas. En tantos proyectos arquitectónicos, Aldo y Lina tuvieron como parámetros la altura de la mirada más cercana al suelo, la audición más a ras de los pasos, el tacto al alcance del suelo: sus escalas humanas fueron traviesas y juguetonas [...] listas para divertidas revoluciones que perturbarían todo y cualquier orden espacial. - Francesco Perrotta-Bosh
Este artículo es parte de los temas de ArchDaily: Diseñando espacios infantiles, presentado por KOMPAN.
En KOMPAN, creemos que crear espacios para la infancia es una responsabilidad compartida con un impacto duradero. Al patrocinar este tema, defendemos un diseño centrado en los niños, basado en la investigación, el juego y la participación, para crear entornos inclusivos e inspiradores que fomenten la actividad física, el bienestar y la imaginación, y que ayuden a cada niño a desarrollarse plenamente en un mundo en constante cambio.
Cada mes exploramos un tema en profundidad a través de artículos, entrevistas, noticias y obras de arquitectura. Te invitamos a conocer más sobre nuestros temas. Y como siempre, en ArchDaily valoramos las contribuciones de nuestras lectoras y lectores: si quieres postular un artículo o una obra, contáctanos.
