Cómo una impresora 3D cambió mi vida: la escala

Que la impresión 3D ha llegado para quedarse es un hecho. Todos los días vemos artículos que nos muestran lo último que se ha conseguido hacer con impresoras 3D. Desde puentes impresos enteramente en 3D a prótesis para un niño para un niño, pasando por máquinas que imprimen pizzas. Nos fascina todo lo que pueden hacer y lo vemos como algo impresionante, pero sin aplicación, todavía, en la vida real. En el campo de la arquitectura lo vemos como la próxima revolución que nos ahorrará el trabajo de hacer maquetas, pero… ¿por qué limitarlo sólo a eso?

El mundo de la impresión 3D me ha fascinado desde hace mucho tiempo. Las aplicaciones que tiene una impresora 3D sólo tienen un límite: la imaginación de la persona tras la impresora. Y aunque hasta ahora era un mundo limitado a fanáticos o gente con recursos, 2017 será el año en que las impresoras 3D lleguen a un usuario doméstico, poco especializado.

Cuando empecé a jugar con las impresoras 3D mi objetivo era poder hacer muchas maquetas en muy poco tiempo, que me permitiesen probar diferentes opciones en un proyecto. El modelado 3D en un ordenador, aún siendo potente, no llega a suplir la maqueta física, y por ello decidí lanzarme a la piscina. Lo que no sabía es que tras unas pocas semanas mi perspectiva de las cosas cambiaría tan drásticamente.

Modulor, 1948. Le Corbusier. Image vía Arqhys

Como arquitectos estamos educados para entender y utilizar la escala como elemento de proyecto. Hablamos de la escala humana, aquella que Le Corbusier definió de forma tan genial, la que hemos aprendido a través de Francis D.K. Ching o Neufert, o de la escala de la ciudad definida por Claudio Rossi. La impresión 3D abre a un arquitecto una tercera escala, una escala insignificante, tan pequeña que, probablemente, nunca tuvo importancia para nosotros. A fin de cuentas, ¿qué suponen 0,1 milímetros en un mundo de metros y kilómetros?

En impresión 3D 0,1mm son un mundo. 0,1mm son la diferencia entre una impresión rápida o una de calidad, 0,1mm pueden ser la diferencia entre una pieza completamente funcional o 16 horas perdidas. Por culpa de esos 0,1mm los objetos de la vida cotidiana cobran una nueva vida, empezando a entender las relaciones internas en esas piezas desde puntos de vista como la ergonomía o las particularidades de cada usuario. Un arquitecto sabe colocar una barandilla pero, ¿realmente ha pensado alguna vez en la forma perfecta de esa barandilla para que los usuarios de la misma se puedan agarrar de una forma cómoda y natural?, ¿cuál es la forma perfecta de un interruptor?, ¿y la de una lámpara?

Spaghetti 3D. Image © wolf555hound

Una impresora 3D nos enseña a diseñar piezas que hacen que algunas tareas de mi vida diaria sean más sencillas. ¿Por qué no extrapolar eso a nuestro trabajo como arquitecto? ¿Por qué no parametrizar un diseño, de forma que sea compatible con una gran variedad de usuarios? ¿Por qué no dar un paso más allá y pensar cómo se va a utilizar un mueble dentro de un espacio, y no sólo el espacio en sí mismo?

Creo que todos los arquitectos deberían acceder a una impresora 3D. Las lecciones que nos puede dar en los primeros años de carrera pueden cambiar radicalmente la competencia como arquitectos que tendremos en el futuro. Para los arquitectos ya formados la impresora 3D puede abrir nuevos caminos que hasta ahora eran desconocidos. Todo ello a un coste tan bajo que merece la pena intentarlo. Y si no funciona, siempre tendremos una máquina que nos permita hacer maquetas mucho más rápido.

Sobre este autor/a
Cita: Miguel Picado. "Cómo una impresora 3D cambió mi vida: la escala" 06 feb 2017. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/804706/como-una-impresora-3d-cambio-mi-vida-la-escala> ISSN 0719-8914

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