Edward Rojas, Premio Nacional de Arquitectura 2016: 'Necesitamos recuperar la tuición ética del ejercicio de nuestra profesión'

Cuando me enteré que la Ceremonia de Entrega del Premio Nacional se iba a realizar en el GAM, me acordé de que hace casi un millón de años, estando en Vicuña, mi madre doña Emilia del Carmen Vega Bolbarán se enteró de que ese día iba a pasar la caravana fúnebre que acompañaba a dejar y enterrar en Monte Grande los restos mortales de la gran poetisa Gabriela Mistral. Con la voluntad de hierro que la caracterizaba, mi madre consiguió pasajes en una vieja góndola con carrocería y bancas de madera y partió con sus tres hijos. Cansado por la lentitud del cortejo, agobiado por el polvo y el calor, me quedé dormido; mi madre al darse cuenta me despertó suavemente y me dijo:

-Hijo no te duermas, hemos hecho un enorme esfuerzo con tu padre para pagar los pasajes, para que ustedes estén aquí, para que sean parte de esta historia, la de haber acompañado a su última morada a Gabriela Mistral.

Por lo mismo me conmueve estar aquí, en este histórico lugar, que lleva el nombre de la maestra rural y Premio Nobel de Literatura, acompañado de mi anciano padre y mis hermanos presentes, ahora muy despierto recordando a mi madre y siendo parte de otra historia, la de agradecer el honor y asumir el compromiso que significa ser reconocido por mis pares como Premio Nacional de Arquitectura 2016.

Premio que me sitúa junto a grandes arquitectos cuyas teorías y obras orientaron y enriquecieron mi forma de pensar, hacer y enseñar la arquitectura, la que se cruzaría como en un collage con la libertad y la forma de hacer que proviene de un mundo vernáculo mucho más antiguo.

Sus nombres y sus modernas obras se me presentan hoy, diría García Márquez: "como sombras tutelares, pero también como el compromiso a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció una simple justicia, pero que en mi entiendo como una más de las lecciones con las que suele sorprendernos el destino". 

Soy un convencido de que las lecciones que nos puede entregar una buena y gratuita Educación Pública, son el gran instrumento capaz de liberar los talentos a partir de nuestro origen e identidad; mi propia historia es prueba de ello. Mi madre siempre nos decía que la educación era lo único que unos padres mineros le podían heredar a sus hijos.

Y en honor a esa herencia, es que esta noche más que intentar elaborar en una clase magistral un sesudo ensayo teórico y académico que explique mi obra o de cuenta de lo que hemos llamado “Arquitectura del Lugar”, prefiero esbozar ante ustedes como si fuese un collage, fragmentos memorables de vida que hablan de lecciones, aprendizajes y enseñanzas, junto a la evocación de personas o lugares que como destellos de luz han sedimentado la impronta de mi labor.

El MAC de Chiloé / Serie Fuera de Contexto. Image Cortesía de Edward Rojas

Tengo la certeza acerca de la buena enseñanza preparatoria recibida en las Escuelas del Norte, y también respecto de la enseñanza secundaria recibida en el Internado Nacional Barros Arana aquí en Santiago. Ambas, lograron abrir la puerta de mi interés por el territorio, la diversidad y el conocimiento. Prueba de ello, fue mi postulación a la Universidad el año 1969, donde quedé aceptado en carreras tan dispares y en lugares tan diversos como Geología en Antofagasta, Actuación Teatral en Santiago, Petroquímica en Punta Arenas, Odontología en Concepción y Arquitectura en Valparaíso.

Me decidí por Arquitectura y partí a matricularme al Puerto Principal. Allí quedé sorprendido por la fachada neoclásica azul eléctrico de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile - ubicada en la calle Blanco, en cuyos tres pisos estaba pintado el rostro del Che Guevara con su boina y la roja estrella solitaria, más una frase inolvidable que aún recuerdo: “La Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o el pueblo la pintará con los colores que le parezca”.

La que sería mi Escuela, estaba culminando el proceso de la Reforma Educacional: se había eliminado - entre otras cosas - el temido curso de Geometría Descriptiva y la pugna interna estaba entre los partidarios de una enseñanza apegada a los principios clásicos del beaux art cruzado por el movimiento moderno, colocando en el centro de las preocupaciones el objeto arquitectónico, y la de los nuevos profesores - muchos de ellos latinoamericanos - que concebían la enseñanza de la arquitectura en relación con la compresión del territorio, sus habitantes, el paisaje, la geografía, la cultura, la economía y los procesos históricos en los cuales, se juegan las ideas.

Un terremoto primero y el Golpe de Estado después, borraron la cara del Che, la Dictadura apagó la luz, y yo sería castigado por un año. Mi delito: haber sido alumno ayudante del Taller de Primer año de esta Revolucionaria Escuela, allanada la noche del 10 de septiembre, donde fueron detenidos profesores y estudiantes, algunos nunca más aparecieron. Va para ellos mi homenaje. 

Yo me salvé jabonado, porque tal como conté en un relato publicado en el libro "la vida de todos" una bandada de ángeles guardianes me sacó unos minutos antes de la escena.

El Che en Dalcahue / Serie Mitos y Leyendas en Chiloé. Image Cortesía de Edward Rojas

Y mi Escuela, se reinstaló en unos módulos de plástico en Playa Ancha y regresó a una enseñanza heredera del movimiento moderno, el objeto arquitectónico muchas veces sin importar el contexto, volvía a instalarse en el centro de ella, olvidándose de las utopías de la Planificación del Territorio. Sin embargo, nuevas historias la volverían a reformular en el futuro.

Estas dos experiencias académicas, sus lecciones y otras más arcaicas me llevaron a pensar en el collage, y su matriz estructurada en base a la búsqueda de encuentros felices, como diría el maestro Germán Arestizábal, para así imaginar que era posible entrecruzar estas dos formas de aprender y enseñar para crear la arquitectura. El collage como una amalgama - esto es como unión, ensamble, o mezcla de cosas de naturaleza contraria y distinta - que podía permitir la composición de objetos arquitectónicos ligados, amalgamados de manera absolutamente natural a un lugar, como su clima. 

Esta era otra manera, posible de enfrentar el gran desafío de la arquitectura moderna: que es el de “modernizar” los elementos que le son propios a la arquitectura de los distintos lugares y regiones del planeta.

Le Corbusier en Castro / Serie Íconos, Mitos y Leyendas en Chiloé. Image Cortesía de Edward Rojas

Además me di cuenta de que mi madre, que admiraba un actor de cine norteamericano, me había heredado también un collage impreso en la amalgama de mi nombre, Edward Rojas, lo que era una fórmula, un desafío y un enigma por resolver a lo largo de la vida.

Cuando niño tuve la experiencia imborrable de ver cómo un gran hundimiento de tierra devoraba las casas de madera y lata de los mineros, los baños colectivos, la escuela y el hospital de mi pueblo natal, la Mina Vieja; un campamento construido sobre una explotación minera del cobre que se agota y colapsa.

Y luego, ver construir en medio del desierto una ciudad moderna para los mineros: El Salvador. Una villa radiante, con forma de casco romano, que se hace parte del lugar y de los áridos colores del paisaje. Ella nos enseñó al habitarla, que el urbanismo y la arquitectura moderna realizada desde el ejercicio culto, contemporáneo y sensible de la profesión, podía entregar a un territorio desértico como este, respuestas planificadas, racionales y pertinentes.

Tan pertinentes como las lecciones que nos podían entregar las respuestas espontáneas y eclécticas propias del ejercicio popular del oficio, aprendidas al estudiar en el Puerto de Valparaíso: un urbanismo de cerro capaz de llenar de callejones y escaleras la geografía, y una arquitectura que se acomoda al cerro con la intención de ganar el paisaje, para dar espacio a los sueños, anhelos y necesidades de sus habitantes, muchas veces sus propios constructores.

El libro "Arquitectura sin Arquitectos", escrito por Bernard Rudofsky en los '60, nos había enseñado de la existencia en todos los continentes de comunidades que realizaban una arquitectura propia de cada lugar, construida con los materiales disponibles en el territorio, donde no existía la figura del arquitecto como un iluminado, sino como un miembro más de la comunidad, depositario y custodio de un conocimiento que se transmite a través de la cultura de generación en generación.

En mis años de estudiante de arte y arquitectura, la música incidental de nuestras vidas era la mixtura vernácula y contemporánea que fusionaba el Jazz con la Violeta Parra, la música andina con la música clásica. Música moderna con identidad, compuesta por Los Jaivas o Congreso, importante clave y referente del cómo enfrentar procesos creativos, también aplicable a la arquitectura. 

Grupo CONGRESO, Década del 70. Image Cortesía de Edward Rojas

Y es precisamente con el joven arquitecto Renato Vivaldi, flautista de Congreso, que tenía esta amalgama sonora en su mochila, con quien emprenderíamos hace cuarenta años la utopía colectiva de intentar hacer un collage cultural y arquitectónico en un lugar distante y ajeno, en una terra incógnita llamada Chiloé.

Nos fuimos allí porque el suegro de Renato nos había contado de la abundancia de trabajo existente en la isla, gracias a la 889, una ley de bonificación de las construcciones y además, para fortuna nuestra, un lugar en donde no había profesionales arquitectos.

De la Isla sabía muy poco, conocía el ensayo del Padre Guarda sobre unas centenarias iglesias de madera, construidas sin usar clavos, sino solo ensambles y tarugos.

Y sabía por la revista Paula de la artista artesana Nelly Alarcón, que había revolucionado la moda chilena con sus modernas prendas en lana de oveja teñidas con tintes naturales, realizadas en su taller con artesanas chilotas, expuestas en París en el Espacio Cardín, invitada por Neruda cuando era embajador en Francia. Sin duda, otro referente del cómo se podía tejer la tradición con la modernidad. 

Lo que no sabía, es que este Archipiélago de color verde se convertiría por cuarenta años en mi hogar y en el lugar señalado para que estas lecciones y muchas otras hicieran posibles nuevas amalgamas. Ellas me permitieron desarrollar un pensamiento y una arquitectura entrañablemente unida a este lugar, y a sus habitantes, que se convirtió en una forma de hacer, posible de legar, posible de enseñar y posible de aplicar en otras regiones de Chile y el mundo.

Edward Rojas en Achao, 1978. Image Cortesía de Edward Rojas

Mi primer encuentro con el Archipiélago fue cruzando el Canal de Chacao en una frágil lancha de madera. El mar estaba florido, y al ver la verde Isla Grande flotando sobre el agua, y la Cordillera de los Andes con sus nieves eternas cayendo al mar, quedé embrujado por su paisaje, porque para mí fue como si mi propio, agreste y desértico paisaje, se hubiese llenado de agua, de ríos, de lagunas, de bosques siempre verdes. Y el azul del cielo nortino se hubiera llenado de luz y nubes de colores. 

Y mi primer encuentro con su arquitectura fue conocer, mientras caía una lluvia lenta, los barrios de Palafitos de la ciudad de Castro. Ellos me cautivaron porque eran la expresión insular de una arquitectura sin arquitectos, un patrimonio vivo, un collage de madera que se convertiría en referente y eje central de nuestra propuesta arquitectónica.

Como también lo sería la extraordinaria Iglesia San Francisco de la misma ciudad, una iglesia neogótica diseñada en hormigón por el arquitecto italiano Eduardo Provasoli -paradigma de la modernidad de su tiempo-, reinterpretada de manera magnífica por el conocimiento ancestral de los carpinteros chilotes, que esculpen en madera los espacios de otra arquitectura. Apropiación cultural que desde lo ancestral vuelve propio lo ajeno.

El Proyecto Neogótico de Hormigón y su reinterpretación en madera. Image Cortesía de Edward Rojas

Y como era referente la magnífica Hostería de Castro, diseñada en la década del 60 por el moderno arquitecto Emilio Duhart, Premio Nacional de Arquitectura 1977, la que a pesar de su tamaño, se insertaba de manera natural en el paisaje urbano de la ciudad, gracias a las lecciones que recoge de la arquitectura vernácula, como la gran cubierta a dos aguas, para recrear de manera moderna la vida en torno al fogón frente al sereno paisaje del fiordo de Castro.

Ella, al igual que la Hostería de Ancud, del mismo autor, que es un canto a la madera nativa, nos demostraba desde el ejercicio ilustrado de la arquitectura que era posible una Modernidad Regional y por lo mismo, ellas eran referentes, y lecciones del cómo hacer la arquitectura moderna de este mundo insular de paisajes sublimes. Un lugar con una arquitectura de la madera indisolublemente ligada al territorio y maritorio. 

Los palafitos, las iglesias patrimoniales y las hosterías de Duhart, serían fundamentales para entender aquello de la Arquitectura del Lugar, así como piezas claves de un collage que había que hacer calzar, para luego amalgamar y desarrollar una obra personal y colectiva, que va incorporando la dimensión cultural en el diseño de los objetos arquitectónicos, alimentada por los sueños de las personas y mis propias obsesiones.

Palafitos de Castro, Chiloé. Image Cortesía de Edward Rojas

Y por lo mismo, en este lugar y en este tiempo se podía sustentar una propuesta arquitectónica contemporánea, moderna y vernacular a la vez, capaz de incorporarse al flujo, la dinámica y continuidad cultural del Archipiélago, esa que se inicia hace miles de años en el sitio Monte Verde y continua con los Chonos, nómades del mar, que se desplazan en sus Dalcas – la "moderna y arcaica" canoa de tres tablas labradas y cosidas – continuum que en el presente se manifiesta en el estilo de vida de los navegantes chilotes del Mar Interior. 

Una cultura viva y vigente que es capaz de trasladar por 15 kilómetros una iglesia, o una casa por tierra y mar, en la realidad de un paisaje alucinante donde la lluvia construye bóvedas de arcoíris en el día y arcoíris de la noche. 

Castro este 12 de febrero cumplió 450 años de vida, es una de las tres ciudades más antiguas de Chile, y a fines del Siglo XX no era más que un pueblo grande, donde se conocían todos los habitantes, los autos se dejaban con las llaves puestas y las puertas abiertas, los taxis eran Mercedes Benz, producto de las franquicias de un puerto libre que estaba por expirar. Y donde gracias a la 889 había trabajo y por lo mismo era un buen lugar para avecindarse, partir de cero y soportar en las islas el peso de la Dictadura.

Carlos Gardel en Castro / Serie Íconos, Mitos y Leyendas en Chiloé. Image Cortesía de Edward Rojas

En el verano de 1977, nos instalamos a vivir en Castro Renato Vivaldi titulado de arquitecto y su familia, y yo con la mía, a la cual convencí de venir solo por el verano a ver que se podía tejer y de paso aprovechar de hacer mi proyecto de título. Éramos inmigrantes: Yo tenía 25 años, Luz María Vivar Cuturrufo, mi señora 20 y nuestro hijo, solo 2. El mundo estaba recién creado. 

Mi pequeña familia sería sin lugar a dudas la principal protagonista, inspiradora y sostenedora de la heroica de esta Historia. En Chiloé nacería nuestra hija Valentina. Más tarde, transcurridos los años, ella y Pablo, armarían sus propias familias, lejos y cerca de Chiloé, regalándonos con sus parejas – a través de la mágica genética que actúa también como collage -, cuatro nietos increíbles que me reafirman la conciencia de que es un imperativo del oficio, y de todos los oficios, legar a las futuras generaciones un mundo mejor.

Este es el origen, la vida me había llevado a ese preciso lugar, para ser testigo y protagonista de mi propia historia. Y no obstante, también para ser un protagonista más en la épica de una historia colectiva, que recuerdo como otro collage, de la cual han sido protagonistas los habitantes del lugar y entrañables amigos del mundo entero, historia que - para bien o para mal -, se hizo parte de la historia del Archipiélago de Chiloé y de la historia de Chile y de América latina.

Parte de esta historia, que transmutó lo local en lo universal, es por muchos conocida: habla de unos jóvenes, indocumentados y pioneros arquitectos, fundadores a fines del 70 del mítico Taller Puertazul, espacio de acción y reflexión interdisciplinaria. Allí, en la cocina fogón de la reflexión compartida, nació el concepto de “bordemar”, ese espacio donde el juego de las mareas nos revela el encuentro de la tierra con el mar, centro de la vida del chilote: allí pesca, marisca, recoge algas, se embarca, se aleja y promete volver según las mareas. De ahí lo grave de contaminación del mar y del bordemar, que llevó a los pescadores y recolectores de orilla a las movilizaciones de mayo del año pasado.

Taller Puertazul, que lideró en plena dictadura junto con sus habitantes, la defensa de los Barrios de Palafitos de Castro, ante un decreto de erradicación. Con el apoyo de Colegio de Arquitectos de Chile, demostramos a las autoridades, que este era un problema ético y no estético. Ellos se salvaron, se conectaron a las redes de agua, luz y alcantarillado. Se repararon, pintaron, se renovaron y se modernizaron, para convertirse en lo que son hoy, íconos de Castro y Chiloé, y Chile.

El Taller Puertazul sembró además con sus obras tempranas, la semilla del cómo hacer la arquitectura de este lugar, como lo son el Techo de la Feria artesanal de Dalcahue o el Refugio de Navegantes, que acogen sobre palafitos y/o en un fogón a los viajeros obligados a hacer Quelcún, esto es capear el temporal [una suerte de obra socialista construida en plena dictadura dijo Nicanor Parra]. 

Techo de la Feria de Dalcahue, Chiloé / Taller Puertazul, arquitectos Edward Rojas y Renato Vivaldi, 1981. Image Cortesía de Edward Rojas

Acción y reflexión, en diálogo constante, que vamos profundizando a lo largo de los años al interior de mi Taller y que nos lleva a la reinterpretación crítica de arquitectura pre-existente, al reciclaje de viejos edificios, y a la ruptura consciente de los patrones locales, operaciones arquitectónicas que involucran espacios y formas, diseñados y compuestos desde la lógica del collage. Construidos con la versatilidad de la madera y el ingenio de los carpinteros que en términos estéticos le aportan su sello y le entregan generosos, su dimensión sustentable. 

Teniendo muy claro que la arquitectura de la madera en Chiloé es versátil, ecléctica, y perecible, es afectada por la lluvia, la humedad, el viento, los xilófagos y los incendios, que la convierten en ceniza y polvo de arquitectura, y por lo mismo, lo importante es entender que la obra es parte de un proceso cultural, porque ella en el futuro perfectamente podría desaparecer, como ha sucedido.

A los muelles del taller han concurrido muchos arquitectos, amigos y otros profesionales de Chiloé y el mundo entero. Allí, en la consideración, el respeto y el atrevimiento – en un grato ambiente creativo, en torno al fuego -, buscamos hacer tangible lo intangible de un encargo y cristalizar con los carpinteros del lugar o embarcarnos – con familia incluida –, en utópicas aventuras, y navegar a favor o en contra del viento.

Como Fundar hace 37 años con 5 arquitectos la Delegación Chiloé del Colegio de Arquitectos de Chile, la que hoy tiene 55 arquitectos colegiados y una directiva que ha puesto la defensa, promoción y educación del patrimonio cultural de Chiloé y las Regiones como eje de su acción.

Restaurar sin ser restauradores, las centenarias iglesias patrimoniales, sustentando nuestro trabajo en los carpinteros chilotes, que volvían fácil lo difícil, y juntar con la comunidad la plata para hacerlo. Y contribuir a que 16 de ellas fueran declaradas patrimonio mundial.

Carpinteros construyendo ensambles, Restauración Iglesia de Nercón. Image Cortesía de Edward Rojas

Crear hace 30 años un Museo de Arte Moderno, el MAM Chiloé, el más austral del Mundo, que se anidó en unos viejos y vernaculares galpones de madera, el que reciclamos y ampliamos para que hoy despliegue proyectos educativos como el de los 350 zarapitos de papel maché creados por niños, que recrean las enseñanzas de artistas y científicos sobre estas aves que emigran desde Alaska para alimentarse en el bordemar de Chiloé, cuando baja la marea.

O perder, que es otra forma de aprender, esta vez la batalla contra el mercado feroz, hijo putativo de la dictadura y el modelo neoliberal, que se alimenta de la codicia de los empresarios inescrupulosos, de autoridades complacientes, débiles legislaciones y comunidades hipnotizadas por el consumo.

El que le impuso a la ciudad de Castro y sus habitantes, un Mall monstruoso que minimiza la iglesia, matando el valor universal excepcional que significa su presencia como el edificio más importante de la ciudad, quedando el paisaje natural y cultural agredido para siempre. Mercado que sigue haciendo de las suyas, en muchas ciudades y lugares de Chile.

Esta obra que es la antítesis de la arquitectura del lugar, y que cometió un grave urbanicidio, hoy se enseña en muchas Universidades del mundo como un ejemplo de lo que no se debe hacer.

La magia de la vida me regaló también la posibilidad de conocer otras experiencias y a grandes arquitectos chilenos, latinoamericanos y europeos en Bienales, Seminarios y Congresos. En donde el debate consideraba la mirada moderna y post-moderna, enfrentada al debate Tradición y modernidad. Allí aprendí que el fin último de la arquitectura es producir emoción y que el desafío de nuestra búsqueda como arquitectos latinoamericanos es la de encontrar una arquitectura con una modernidad apropiada y sustentada en la tradición.

Así como la de seguir explorando esta búsqueda en las experiencias de la enseñanza de Taller en los Pre y Post grados de distintas Universidades de Chile y Latinoamérica.

Proceso al que aportamos nuestras experiencias, para contribuir a la tarea común y utópica que nos une como profesores: la de formar diseñadores y arquitectos creativos, atentos y conscientes de su lugar y de su tiempo; profesionales sensibles y preparados para realizar una labor y una obra que con equidad y belleza sea un aporte al paisaje natural, cultural y humano, del lugar del planeta que la vida y la historia, a cada estudiante y arquitecto les tenga reservado.

Siempre he pensado que la vida es la productora de la historia y por lo mismo no me parece extraño el estar terminando de escribir estas reflexiones en Punta Arenas, en las antípodas de mis orígenes, y en la familiaridad que me provoca la cultura magallánica, que es un cruce de lo chilote y lo europeo, la ciudad con su rica vida cultural, es un collage compuesto por bellas piezas de arquitectura de todos los tiempos. Aquí llegué invitado a exponer mis propios collages de la Serie Marilyn Chiloé Patrimonio de la Humanidad, que al igual que en la arquitectura cruza los íconos universales con los íconos de la Patagonia.

Serie Marilyn Chiloé, Patrimonio de la Humanidad. Image Cortesía de Edward Rojas

De una Patagonia increíble, que nos regala toda la diversidad, los colores y la belleza de sus sublimes paisajes, así como los tres nevados cuernos del Paine, que vi duplicados en el reflejo de un lago de color turquesa.

Imagen que me reafirma lo que aprendí trabajando Douglas Tompkins en el Parque Pumalín: que el Paisaje es el Patrimonio de los Patrimonios, y me recuerdan las lecciones, de ese caleidoscopio maravilloso de personas y amigos, muchos de los cuales reconocerán en mis palabras sus enseñanzas, que hicieron posible una labor y una obra que siento como un gran collage propio de la Arquitectura del Lugar.

Labor y obra que la Delegación Chiloé del Colegio de Arquitectos, junto a todas las Delegaciones Regionales del país, y el Colegio de Arquitectos de Chile consideraron dignas del honor que agradezco, y de la responsabilidad que asumo, de recibir esta noche el Premio Nacional de Arquitectura 2016.

El que reconoce un lugar, una forma de hacer y pensar de manera colectiva, una arquitectura leve llena de identidad, comprometida con el territorio y el patrimonio cultural de sus habitantes. Lo que de alguna manera significa un cambio de paradigma. 

Este reconocimiento es un buen mensaje que el Colegio entrega a las autoridades aquí presentes, en este momento de la historia, que nos enfrenta a un mundo globalizado y monocultural, en el que es fundamental mantener la fuerza y singularidad de nuestro paisaje y desarrollar nuestro patrimonio cultural de manera sustentable para conservar nuestra identidad. Es por esto que como Asociación Gremial necesitamos recuperar la tuición ética del ejercicio de nuestra profesión en Chile.

Ejercicio que en las distintas regiones del país se enfrenta al feroz mercado, hijo de una economía neoliberal que eximió a los arquitectos de la obligación de tener que estar inscrito en el Colegio para poder ejercer nuestra noble profesión en el país, dejando este ejercicio en lo ético y lo estético dispuesto a las leyes del mercado.

Así como despojó al Estado de la obligación de planificar el territorio y por lo mismo, hoy es imperativo un diálogo impostergable para volver a planificar nuestro territorio, considerando toda su diversidad paisajística, cultural y humana, e intentar desarrollar un urbanismo y una arquitectura del lugar, contemporánea, sustentada en el diálogo y en la búsqueda de encuentros felices entre la tradición y la modernidad y en la amalgama de lo nuevo con lo viejo.

Planificación necesaria para elaborar proyectos colectivos, participativos y sustentables. Fortalecedores y valorizadores de la identidad cultural de las personas y del territorio.

Cuando el Destino nos alcance / Serie Fuera de Contexto. Image Cortesía de Edward Rojas

Sabemos que el Puente Chacao arrebatará a Chiloé y a sus habitantes la magia de su insularidad, mediante una imposición del Gobierno Central. Un puente apuntalado en el ego de los políticos y sus sueños de modernidad metropolitana, más que con las necesidades, demandas y prioridades de la localidad y sus habitantes, cuya modernidad tiene más que ver con tener una buena conexión interna, una salud de última generación y una gran Universidad Archipiélaga donde se estudie y sistematice todo el conocimiento de un mundo ancestral, y dónde se exprese toda la diversidad de una cultura propia que a su vez es un gran collage.

Y donde la música, la artesanía, la gastronomía, el arte y la moda sigan generando nuevas fusiones, nuevas mixturas creativas y colectivas entre lo propio y lo ajeno, al igual como lo hemos hecho con el arte y la arquitectura del lugar, la que hoy proyectan al futuro las nuevas generaciones de artistas y arquitectos, mediante la fusión y la amalgama de sus obras con el territorio.

Muchas Gracias
Edward Rojas
Premio Nacional De Arquitectura 2016

El MAM en las Torres del Paine / Serie Una Adorable Criatura. Image Cortesía de Edward Rojas

* Clase Magistral dictada en Santiago de Chile el 12 de Mayo de 2017, en la ceremonia de entrega del Premio Nacional.

Sobre este autor/a
Cita: Edward Rojas. "Edward Rojas, Premio Nacional de Arquitectura 2016: 'Necesitamos recuperar la tuición ética del ejercicio de nuestra profesión'" 16 may 2017. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/871376/edward-rojas-premio-nacional-de-arquitectura-2016-necesitamos-recuperar-la-tuicion-etica-del-ejercicio-de-nuestra-profesion> ISSN 0719-8914

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