La casa como renuncia

La arquitecta Carmen Espegel, desde el Colectivo ARKRIT, nos trae un artículo que ejemplifica cómo la vivienda puede ser un refugio sencillo para la esencia de la vida, la austeridad del superviviente, de renuncia voluntaria y rechazo al modelo de vida burgués.

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Durante el gélido invierno báltico de 1941 y 1942, Ralph y Ruth Erskine deciden abandonar las comodidades de su casa en Estocolmo por falta de trabajo a causa de la guerra. Ingleses de nacimiento, animados por su socialismo y su pacifismo llegaron a Suecia en busca de un país neutral que no alentara la guerra, un lugar que comenzaba a soñar con la sociedad del bienestar. Allí, su ética trascendental les movió a descubrir en su interior lo más preciado.

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Trasladarse a una cabaña que ellos mismos construyeron en la parcela de un amigo granjero en Lissma resultó una decisión que marcaría radicalmente su vida. Si el detonante fue la necesidad de reducir sus gastos económicos, lo que realmente hallaron en esa vivienda fue la vida, la esencia de la vida, un refugio para la vida que vino de la mano de la renuncia, del apartamiento. Todo a partir de entonces sería distinto.

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La vivienda resulta un ejemplo de austeridad del superviviente, de rechazo al modelo de vida burgués, de entrega a unos ideales ascéticos difíciles de entender. Allí habitó la pareja con Jane, su hija pequeña, durante cuatro años excepcionalmente fríos, morando alrededor de una chimenea que era el centro de la casa y el único foco de calor.

Casa Erskine - La Caja, Ladan, Suecia. 1941-1942 . Image © Holger.Ellgaard [Wikipedia] CC BY-SA 3.0

Sólo dos estancias donde recrearse: el estar y la cocina. Esta última de grandes dimensiones en una casa de tamaño minúsculo,  de apenas veintiún metros cuadrados. La pieza mayor combina salón-comedor-estudio y dormitorio.

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Todo muta del día a la noche. Unos simples mecanismos de poleas hacen descender la cuna del bebé y la cama, que también puede servir de sofá. La ausencia de aseo y de agua corriente, suplida con un pozo, y la autosuficiencia de su economía doméstica, apoyada en el cultivo de una huerta y de abejas, nos explica la radicalidad de la vida elegida.

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Para ahorrar al máximo deciden recurrir a materiales de desecho, reutilizando piedras de viejas ruinas para la cimentación, ladrillos de un antiguo horno para la construcción de la chimenea y el armazón de una cama como refuerzo del hormigón. La arquitectura pasiva que subyace resulta lúcida en su acertada disposición energética: la adecuada orientación que levanta un gran ventanal abierto a una veranda recoge la radiación directa del sol del sur; el muro norte queda especialmente aislado por los rollizos acumulados en la leñera y el almacenaje de la pequeña vivienda, que además permite la ubicación de un vestíbulo con doble puerta; y la gran chimenea, con dos hogares, externo e interno, y huecos de difusión del calor, adquiere una gran inercia térmica.

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En esta “caja” de 6 por 3,6 metros hecha de tablones de madera pintados en rojo, posada sobre un basamento de piedra, rellena de virutas de madera tanto en el suelo como en las paredes y los techos y con una altura mínima de dos metros libres, todas las decisiones proyectuales se dirigen hacia una vivienda en su estado de máxima tensión.

Muchos han visto “la caja” -denominada así por los vecinos- como una arquitectura de necesidad, sin embargo, yo prefiero pensarla como una arquitectura de renuncia voluntaria, un ejemplo de sobriedad en nuestros actos vinculados indefectiblemente con el conjunto de la sociedad. En un mundo donde la inmensa mayoría vive en la miseria, no es moralmente aceptable otro comportamiento que no sea el de la contención en el uso de los recursos, por lo común tan escandalosamente derrochados en los países más privilegiados.

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La sencillez tan enfrentada a la vanidad, la integridad de su extrema honradez y el inconformismo de esta vivienda nos hacen pensar en los ideales de la arquitectura que Ralph Erskine perseguirá a lo largo de su dilatada profesión, una arquitectura para la gente real con necesidades reales o, parafraseándole, una arquitectura como arte útil.

Una casa no debiera ser más que esto. Prescindir de lo superfluo y habitar en lo más íntimo, a la manera de Diógenes, que moraba en un barril y buscaba desesperadamente de día, con un farol, a hombres honestos.

Este artículo fue originalmente publicado el 14 de agosto de 2014 en el blog de ARKRIT, Grupo de Investigación perteneciente al Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la ETSAM de Madrid que se dedica al desarrollo de la crítica arquitectónica entendida como fundamento metodológico del proyecto. Lee más de sus artículos aquí.

Sobre este autor/a
Cita: Carmen Espegel Alonso. "La casa como renuncia " 17 abr 2018. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/892378/la-casa-como-renuncia> ISSN 0719-8914

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