El juego trasciende su dimensión recreativa y se convierte en un acto social que anima a los niños a aprender, interactuar, ser creativos y vincularse con su entorno espacial. Como señala Johan Huizinga en Homo Ludens, es un elemento fundamental de la cultura, donde los niños crean vínculos y exploran formas de coexistencia. De este modo, cuando la arquitectura de los espacios de juego excluye ciertos cuerpos o modos de participación, la experiencia colectiva se fragmenta y pierde parte de su significado. Así, diseñar con la inclusión en mente implica reconocer que el valor real del juego reside en su potencial de ser compartido por todos.
En esta relación, el juego introduce dinámicas y ficciones que nos invitan a explorar formas alternativas de habitar el mundo. Al mismo tiempo, la arquitectura proporciona el marco físico y sensorial que permite que estas posibilidades se desplieguen, siendo las estructuras de juego el vínculo entre ambos. Aunque el juego ha existido desde los orígenes de la sociedad humana, fue a mediados del siglo XIX cuando los enfoques pedagógicos de Friedrich Fröbel, centrados en el concepto de kindergarten (jardín de infancia), sentaron las bases para comprender el juego como una actividad formativa y educativa.
Más adelante, en el siglo XX, Isamu Noguchi y Aldo van Eyck diseñaron espacios de juego que fomentaban la interacción social y la creatividad, configurando entornos con estructuras que incentivaban la exploración libre, el movimiento y la actividad física. Estos espacios abiertos permitieron a los niños conquistar el espacio público, moverse con libertad, experimentar y tomar control del entorno, generando ambientes que apoyan diversos estilos de juego y modos de participación.
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Partiendo de esta base, la configuración de los espacios para niños está evolucionando mediante enfoques contemporáneos centrados en la universalidad, reflejando perspectivas que integran la diversidad de cuerpos, movimientos, capacidades y experiencias. Este enfoque hace que el juego sea accesible y disfrutable para todos los cuerpos, creando espacios donde cada persona puede participar libremente y sin barreras.
Aplicando los principios del diseño universal en los espacios de juego
La accesibilidad es un aspecto fundamental de los espacios de juego, permitiendo que todos los niños se muevan, interactúen y participen. Los parques inclusivos van más allá, apoyándose en los principios del diseño universal para crear entornos abiertos y flexibles que integren de manera natural la diversidad de cuerpos, movimientos, capacidades físicas y sensoriales. La combinación de materiales, atmósferas y dinámicas espaciales fomenta experiencias compartidas, invitando a que todos jueguen juntos sin jerarquías ni distinciones.
Como ejemplo, diseñar elementos o espacios de juego con acceso a nivel del suelo permite que tanto los niños que se mantienen de pie como aquellos que utilizan ayudas para la movilidad disfruten de condiciones de uso iguales. Incorporar apoyos que se adapten a distintas posiciones del cuerpo sobre o dentro del equipo, así como superficies que ofrezcan estabilidad durante movimientos inesperados, convierte cada elemento en un mediador de la interacción, promoviendo la exploración, el movimiento y el juego sin barreras físicas.
Si bien la dimensión física del juego sigue siendo fundamental, añadir una variedad de estímulos (sensoriales, cognitivos y sociales) enriquece la experiencia y genera capas de descubrimiento. Esto refleja el principio de flexibilidad de uso, que busca crear entornos que integren la neurodiversidad y se adapten a distintas habilidades, intereses y modos de interacción, ofreciendo múltiples recorridos y experiencias dentro de un mismo espacio.
Otras estrategias incluyen analizar las distancias entre los elementos de juego, crear zonas de descanso y proporcionar equipos tanto para actividades activas como de ocio. Estos enfoques siguen el principio de bajo esfuerzo físico, permitiendo que todos participen sin limitar la experiencia. Estos ejemplos muestran cómo los principios del diseño universal pueden orientar la planificación de los espacios de juego. Al aplicar estas estrategias de manera consciente, los entornos pueden adaptarse a la diversidad de cuerpos, movimientos y estilos de interacción, transformando los parques en experiencias más enriquecedoras y receptivas para quienes los habitan.
El futuro del juego inclusivo, sus impactos culturales y sociales
Las perspectivas sobre la inclusión se están consolidando como un marco sociocultural con relevancia más allá del espacio de juego, enfatizando la diversidad y la naturaleza interconectada de las experiencias sociales y espaciales. A medida que las ciudades evolucionan, no solo buscan satisfacer necesidades funcionales, sino también anticipar un contexto donde la inclusión sea un eje central de la vida social, posicionando los espacios de juego como catalizadores de transformación colectiva.
Al pasar de la escala macro a la micro, queda claro que las ciudades enfrentan desafíos que los parques inclusivos por sí solos no pueden resolver. Cuando se integran cuidadosamente en el tejido urbano y comunitario, estos espacios pueden convertirse en centros sociales que conectan barrios, generaciones y culturas, fomentando encuentros espontáneos y colaborativos. Para potenciar estas interacciones, los espacios de juego podrían incorporar estímulos sensoriales y tecnológicos, como superficies que responden al movimiento o instalaciones interactivas, permitiendo que cuerpos y capacidades diversas exploren y se relacionen con el entorno.
Existen múltiples posibilidades en el mañana, conforme reconocemos que el entorno construido evoluciona y nosotros evolucionamos con él. El futuro de la inclusión en la arquitectura se refleja en cómo han progresado los enfoques recreativos, desde el uso del aprendizaje lúdico por parte de Froebel hasta estrategias más recientes, como el enfoque de Noguchi en la exploración y la integración de actividades de Van Eyck en el contexto urbano, que sentaron las bases para la evolución de los parques modernos. Hoy, las prácticas contemporáneas de diseño configuran los espacios de juego no solo como entornos abiertos, sino también como espacios flexibles, inclusivos y adaptativos que abrazan la plena diversidad de cuerpos, movimientos y experiencias.
Este artículo es parte de los temas de ArchDaily: Diseñando espacios infantiles, presentado por KOMPAN.
En KOMPAN, creemos que crear espacios para la infancia es una responsabilidad compartida con un impacto duradero. Al patrocinar este tema, defendemos un diseño centrado en los niños, basado en la investigación, el juego y la participación, para crear entornos inclusivos e inspiradores que fomenten la actividad física, el bienestar y la imaginación, y que ayuden a cada niño a desarrollarse plenamente en un mundo en constante cambio.
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