
¿Qué es la arquitectura? Para algunos, su función tradicional es reunir imaginación, conocimiento técnico y capacidad de resolución, permitiendo a los arquitectos proyectar y construir mientras equilibran las ideas con los medios para llevarlas a cabo. Desde la piedra y la madera de las primeras construcciones hasta el acero y el hormigón del siglo XX, cada época exigió no solo comprender la forma, sino también las propiedades y el potencial de los materiales empleados. Este dominio de los materiales siempre ha sido una parte esencial del proceso creativo, aunque su alcance estuvo limitado por los saberes y las tecnologías disponibles.
Con el tiempo, ese equilibrio ha comenzado a cambiar. Los arquitectos han pasado de limitarse a utilizar materiales a diseñarlos activamente, aplicando principios científicos y experimentando con procesos biológicos, químicos y computacionales. Esta evolución ha ampliado las posibilidades de la arquitectura, entrelazando naturaleza, tecnología y arte, mientras impulsa el rol del arquitecto hacia una dimensión más experimental y guiada por la ciencia, en la que la manipulación y creación de materiales se convierten en el núcleo del acto creativo y no solo en un medio para alcanzar formas o estructuras.

En su época, Vitruvio definió la arquitectura como “una ciencia que surge de muchas otras ciencias y adornada con variados y amplios conocimientos”, subrayando sus dimensiones artísticas y culturales. Este carácter multidisciplinario, aún central en la formación universitaria, ofrece herramientas para explorar campos afines como el urbanismo, la escultura o la representación gráfica. Sin embargo, hasta hace unas pocas décadas, el aspecto tecnológico estuvo en gran medida ausente. A finales del siglo XIX y principios del XX, los arquitectos trabajaban con el mismo acero que la industria producía en serie: el utilizado en automóviles y estructuras fabriles era el que también se destinaba a los rascacielos. Esta ausencia de distinción orientaba el proceso arquitectónico más hacia la exploración formal que hacia el diseño de materiales.
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El rol ampliado del arquitecto en los campos tecno-científicos
Disciplinas como el diseño computacional, la fabricación aditiva, la ingeniería de materiales y la biotecnología han ido incorporándose gradualmente al vocabulario arquitectónico. Muchos de estos conceptos no se originaron dentro del campo, pero con el tiempo han convergido con él, ampliando la noción misma de taller y práctica de estudio. Esta integración ha fomentado una visión de la arquitectura que no solo se diseña, sino que también se programa, se sintetiza y, en algunos casos, se cosecha. El desarrollo de tecnologías como la impresión 3D ha abierto la puerta a escenarios donde la información digital, las fórmulas químicas y el conocimiento de la materia orgánica se combinan para dar forma a estructuras complejas. Hoy en día, los equipos multidisciplinarios suelen reunir a diseñadores, biólogos, químicos y desarrolladores de software, colaborando desde la concepción hasta la realización.

Figuras como Achim Menges y Neri Oxman han marcado un punto de inflexión en la forma de concebir el diseño. Sus enfoques se alejan de la visión mecanicista del pasado y, en cambio, plantean el diseño como una ecología, donde los objetos no son sistemas cerrados, sino entidades en diálogo tanto con lo natural como con lo tecnológico. Oxman, por ejemplo, ha desarrollado investigaciones y prototipos que fusionan biología y tecnología, como biocompuestos programables a base de agua inspirados en ecosistemas, capaces de generar materiales sin producir residuos. Este y otros proyectos, materializados en forma de pabellón, demuestran que podemos concebir los materiales como procesos vivos, con el diseño funcionando como mediador científico que interactúa activamente con su entorno, en lugar de operar de manera aislada, como en los enfoques tradicionales.
El trabajo de Oxman comenzó a ganar reconocimiento público a principios de la década de 2000, en un momento en que surgían nuevas prácticas que tomaban procesos y recursos de otras disciplinas para expandir las posibilidades del diseño. Algunas de estas prácticas se vieron directamente influenciadas por su trabajo, incluyendo el desarrollo de materiales a partir de algas, hongos y residuos agrícolas. Su investigación no solo amplía los límites del diseño de materiales, sino que también cuestiona la fabricación convencional, proponiendo alternativas sostenibles, adaptativas y no extractivas. Los enfoques inspirados en esta visión generan oportunidades tanto para la investigación institucional como para la experimentación a pequeña escala impulsada por la indagación individual y por el papel ampliado del arquitecto, quien, al aprender de campos como la biología, la química y la informática, puede explorar nuevas formas de crear, programar y mediar la relación entre los objetos y su entorno.

Nuevos roles, materiales emergentes y sus implicaciones para la arquitectura del futuro
En un momento de transformación y cambio generacional, los roles emergentes comienzan a definir nuevas formas de enseñar y ejercer la arquitectura. ¿Hacia dónde se dirige? Bajo este enfoque, el arquitecto del futuro podría definirse menos por los edificios que proyecta y más por su capacidad de conectar conocimientos, anticipar procesos y experimentar con sistemas complejos. La aplicación de métodos analíticos, basados en la experimentación, la recolección de datos y la validación de hipótesis, permitiría la creación de materiales y estructuras capaces de interactuar con su entorno, estableciendo nuevas pautas para diseñar con un mayor potencial ambiental y regenerativo.

Las normativas de construcción también son fundamentales para la adopción de nuevos materiales. La mayoría de los reglamentos se desarrollaron pensando en materiales convencionales (como concreto, acero y vidrio), lo que puede dificultar que los compuestos experimentales o de origen biológico se ajusten a los marcos existentes. La confianza pública también juega un papel importante: estéticas poco familiares, acabados irregulares o incluso “materiales vivos” pueden generar dudas sobre su durabilidad. Un caso histórico es el Ingalls Building (1903), el primer rascacielos de concreto armado en Estados Unidos. Con 16 pisos, muchos en su época consideraban que el concreto era demasiado arriesgado para una estructura tan alta, pero resultó completamente seguro. Este ejemplo ilustra un patrón más amplio: la aceptación suele rezagarse frente a la innovación, subrayando la necesidad de pautas claras y de comprensión cultural para generar confianza entre colegas, desarrolladores, aseguradoras y usuarios.

Como sugiere el título de este artículo, los arquitectos adoptan cada vez más un enfoque científico que considera la naturaleza como maestra, actuando como traductores que conectan cultura y espacio, ciencia y materiales, así como usuarios y entornos construidos, a través de la interdisciplinariedad y nuevas sinergias. Este rol implica no solo integrar conocimientos de distintas disciplinas, sino también experimentar, anticipar procesos y replantear los materiales y las formas en que habitamos los espacios. Al asumir esta posición, los arquitectos pueden generar diseños más conscientes, flexibles y regenerativos, capaces de dialogar con su entorno y responder a desafíos sociales, culturales y ambientales.
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