Antipatrones de la vivienda social en Latinoamérica

Continuando con la serie de artículos desarrollada por Nikos A. Salingaros, David Brain, Andrés M. Duany, Michael W. Mehaffy y Ernesto Philibert-Petit, las reflexiones en torno a la vivienda social en latinoamérica ahora son abordadas desde el punto de vista antagonista de las creencias anticuadas. En estas, se discuten nociones y errores cometidos -en algunos casos simplemente por inercia- en el contexto latinoamericano, y las soluciones adaptables enfocadas en el largo plazo y el arraigo urbano de los residentes. 

Una filosofía de planeación militar/industrial

Permítasenos resumir algunas de las creencias y tipologías actuales que hoy guían a la vivienda social, para que podamos reemplazarlas con un marco teórico totalmente distinto. Sugeriremos la utilización de soluciones que creemos que funcionan mejor y que son la más clara alternativa. Mucha de nuestra crítica se enfoca en el control “de arriba hacia abajo”. Este enfoque lleva a la simplificación en el proceso de planeación. Sin embargo, uno no puede diseñar y construir tejido urbano complejo utilizando herramientas usadas “de arriba hacia abajo”. Son más criticables aún las imágenes específicas que la gente tiene de la modernidad. Eso les concierne tanto a los arquitectos, que cargan consigo una serie de falsas imágenes deseables; y de los residentes, quienes son invariablemente influenciados por las mismas imágenes a través de los medios.

Paraísos Siniestros: vivienda de interés social en México. Image © Jorge Taboada

1. Los proyectos existentes de vivienda pública se conceptualizan y construyen como dormitorios baratos y por lo tanto siguen una filosofía de planeación militar/industrial: construir la mayor cantidad de unidades, lo más barata y eficientemente posible. Deberíamos abandonar este paradigma mental y construir espacios urbanos. Construir un espacio urbano es un reto mucho más complejo, lo cual requiere un compromiso complejo más allá de los pequeños círculos políticos y las elites profesionales.

2. Para construir un proyecto urbano eficientemente, la entidad directora desea tener el mayor control sobre la geometría y el proceso de construcción. Este requisito práctico implica la exclusión de la participación del usuario.

3. El simple nombre de “vivienda social” implica que sólo se construya un dormitorio y no un conjunto urbano. Después de la Segunda Guerra Mundial, la zonificación monofuncional se volvió el criterio establecido bajo el que se realizan las intervenciones gubernamentales. Estas ideas tenían cabida antes de la Guerra, pero la reconstrucción y expansión de posguerra propició su aplicación a mucha mayor escala.

4. La tipología del edificio industrial relega a las plantas y al ambiente natural a un rol puramente decorativo o las elimina. Sin embargo, la salud humana sólo es posible si estamos conectados con plantas y naturaleza en nuestro entorno inmediato: la “Hipótesis de Biofilia” (Kellert et al., 2008; Salingaros, 2013; 2015).

Paraísos Siniestros: vivienda de interés social en México. Image © Jorge Taboada

5. Un conjunto urbano abarca redes sociales complejas y requiere de la morfología urbana apropiada de una red. Nunca es monofuncional y no es homogénea. No puede construirse bajo una moda gubernamental “de arriba hacia abajo”. Las villas individuales (Pueblos en Latinoamérica) han evolucionado a lo largo de 500 años; éstos poseen un vasto legado de mezcla de muchas culturas que surgieron en un pasado legado, por ejemplo, culturas ingeniosas como los Toltecas, Mayas, Incas, culturas del Caribe y aquellas añadidas como la Española, Portuguesa, Africana, Islámica, entre otras. Hay muchas lecciones que podemos aprender de esta evolución.

6. Un proyecto convencional de vivienda social rara vez se preocupa por la accesibilidad a la red urbana, pues está usualmente construido en áreas desconectadas (muchas veces rurales). Casi siempre, el tema se entiende sólo como un problema de “vivienda”, que por lo general mide su éxito en términos de la cantidad de “unidades” y del impacto inmediato a los individuos, en vez de medir la cualidad (o sustentabilidad) de la vida en comunidad que resulte.

7. El emplazamiento típico de los proyectos de vivienda social tiene una poderosa razón económica: los dueños de las tierras se las han arreglado para conseguir un cambio de uso de suelo para obtener para sí mismos una extraordinaria ganancia económica. Esto es parte del desarrollo desparramado en nuestras ciudades. Más allá de esto, el proyecto mismo, el gobierno y los usuarios rara vez se benefician de algún modo con esta excesiva plusvalía.

8. Un proyecto típico de vivienda social concebido como una “isla urbana” desconectada tiene un terrible impacto en el ambiente. Está desconectado tanto de los ciclos económicos locales como de los globales.

Conjuntos habitacionales y barrios marginales en São Bernardo do Campo, Brasil. Image vía Wikipedia User: Lukaaz. Licensed under CC BY-SA 3.0

9. La geometría de un proyecto de vivienda social convencional y la configuración de las unidades que lo conforman dan muy pocas o ninguna opción para influir futuros desarrollos. Presentan un número de obstáculos geométricos para su evolución en el tiempo. Este impedimento frustra la esperanza de los habitantes y suprime sus proyectos de mejoras sociales y económicas.

10. Arquitectos, funcionarios de gobierno y futuros residentes tienen en sus mentes cierta “imagen de modernidad”. Este conjunto de imágenes sin sentido genera tipologías de edificios que son hostiles en su verdadera utilidad y presentan uno de los mayores obstáculos para la adaptación de la vivienda social.

Los gobiernos están todavía aferrados al paradigma de que la vivienda social debe ubicarse cerca de un distrito de trabajo en un sitio particular. La realidad es distinta: los sitios urbanos sanos están conectados en una aglomeración y la gente trabaja donde puede encontrar trabajo. En contraste, las regiones urbanas enfermas están aisladas, desconectan a la gente entre sí y de las oportunidades de trabajo. A pesar de las fuerzas económicas y sociales que provocan el aislamiento, nuestro propósito es el de no codificar dicho aislamiento en los edificios ni en la forma urbana. Eso significaría enclaustrar el problema. En vez de eso, debemos utilizar la geometría urbana para reducir el efecto del aislamiento social.

Vivienda Social en Venezuela. Image © The Photographer. Vía Wikimedia, licensed by CC BY-SA 3.0

La noción misma de vivienda monofuncional es anticuada

La lista previa de tipologías y prácticas lleva a construir proyectos de vivienda enfermos, con condiciones sociales insostenibles. Para lograr un enfoque más adaptable, esas tipologías deben revertirse y las fuerzas que nos llevan a repetir los mismos errores una y otra vez deben redirigirse. Algunos errores se cometen simplemente por inercia: copiando soluciones equivocadas porque se ha vuelto un hábito hacerlo y no identificando alternativas viables. Esos errores son muy fáciles de resolver una vez que se entiende mejor la situación. Existe otra clase de errores que suceden porque las mismas fuerzas dirigen a expresiones similares sin aplicaciones prácticas. Esas condiciones no pueden cambiarse y deben ser redirigidas. El mal entendimiento de la diferencia entre los dos problemas significa que nunca seremos capaces de mejorar la situación actual.

Aquí se aclara un principio: no hay razón para diseñar “vivienda social” como tal. Necesitamos diseñar y construir tejido urbano complejo, de uso mixto, y estar seguros de que encaja en el tejido urbano mixto y complejo existente. La vivienda social y la vivienda en general necesitan ser parte de un proceso sano (y socialmente incluyente). La sola noción de vivienda monofuncional es anticuada y está desacreditada porque nunca logra conectar a los residentes con su ambiente. Todas las medidas de planeación que rechazamos – originalmente bien intencionadas – fueron adoptadas para mejorar la eficiencia al enfrentar un serio reto urbano.

Las razones subyacentes para su fracaso nunca han sido admitidas oficialmente. Como resultado de esto, existe una tendencia a enfocar los problemas de diseño de la vivienda social sólo a los edificios: como si fuera sólo cuestión de realizar una mejor idea de diseño impuesta con más o menos la misma forma de control “de arriba hacia abajo”. Usualmente, en nuestros días, la idea del arquitecto del “buen diseño” es impersonal y opresiva para los usuarios. Algunas iniciativas más recientes de vivienda social pública en los Estados Unidos (como el programa HOPE VI) han realizado un esfuerzo para incorporar la participación social en el proceso, pero relativamente superficial y ocasionalmente. Nuestro punto clave es que el proceso para producir lugares habitables que incorporen vivienda social tiene que sufrir cambios de raíz. Deben dar lugar a un compromiso fundamental y significativo de arraigo desde la generación de la forma urbana en un proceso que respete adecuadamente la complejidad distintiva de la naturaleza de las ciudades.

Cidade de Deus, favela de Rio de Janeiro.. Image vía Wikipedia User: Junius. Licensed under Public Domain

La percepción de comunidad

Existe una necesidad de mezcla de clases sociales para lograr un tejido urbano sano. Esta mezcla puede ocurrir naturalmente durante el proceso de crecimiento. También es importante que la gente que tenga la posibilidad, permanezca en el barrio. El enfoque comprensivo al crear una colonia es congruente en lugares como Latinoamérica donde todos los asentamientos irregulares son creados por gente que antes vivía en las zonas rurales y ahora los localizan en la periferia de las grandes ciudades. En este contexto, puede no existir otra opción más que catalizar la generación de todos los asentamientos auto construidos, con nuestra ayuda. Generalmente, deseamos ser cuidadosos al momento de construir espacios urbanos sólo para los pobres.

El tejido urbano sano no es monofuncional y no debe contener necesariamente un sólo estrato económico. Estamos concientes de las grandes dificultades sociales se presentan al impulsar la mezcla de  vivienda para distintas clases económicas, por la percepción que existe de que nadie quiere vivir al lado de gente que se ve más pobre que él. Sin embargo, podemos encontrar importantes ejemplos de mezcla social en los centros históricos de Latinoamérica (el Centro Histórico de Querétaro es un buen ejemplo). La diferencia reside en la percepción de la comunidad (que puede sobrellevar las diferencias de ingresos) contra la percepción de una casa en estricto estado real. Las comunidades con mezcla de niveles de ingresos no sólo son posibles, sino más capaces de sanar rápidamente.

Vivienda magisterial en Lima. Image vía Wikipedia User: Jorge Tineo. Licensed under CC BY-SA 3.0

No es sólo cuestión de separación física de los conjuntos urbanos en la periferia. ¿Cómo pueden crearse procesos de patrones generativos únicos para estos conjuntos urbanos sin crear sitios dramáticamente distintos del resto de la ciudad? En otras palabras, ¿cómo se pueden planear edificios para gente de bajos recursos sin crear “proyectos”, barrios y guetos? A nosotros nos parece crucial que el pensar de otra forma en cuanto a  “vivienda social” debe ser pensar de otra forma en cuanto a cualquier vivienda de tal forma que esta “vivienda social” esté incluida en un proceso más general de creación de ciudades de redes saludables (Salingaros, 2005). Es sumamente importante estar conectado a la ciudad mediante redes globales: calles principales, sistema de transporte público, redes políticas y sociales, etc.

Parte del paradigma del gobierno es que la “vivienda social” debe seguir un conjunto especial de políticas dirigidas a un problema específico, y administradas a través de sitios específicos. Tenemos proyectos de súper cuadras (que son inhumanos pero fáciles de administrar), o tenemos algo como el principio de la Sección 8 en Estados Unidos, que subsidia la renta de los habitantes de bajos ingresos. En este caso, la vivienda social se convierte en una categoría abstracta – definida sólo en términos de las patologías de individuos que necesitan alguna ayuda que se refleja en forma de pagos a los propietarios de la vivienda. Así, el “sitio” es una categoría de individuos, separados sólo por las conexiones de la comunidad.

Típicamente, los pobres ya cuentan con redes sociales complejas que se basan en un fuerte sentido de supervivencia. Al mismo tiempo, sin embargo, el relativo aislamiento de esas redes es un serio problema. Aunque casi siempre están muy bien interconectados en un “grupo social homogéneo”, los pobres casi siempre tienen conexiones limitadas y están aislados en sus colonias. Están limitados a pequeñas redes, pero no tienen un sentido de ellos mismos categóricamente como residentes de un barrio. También tienden a desconfiar de la gente que no pertenece a sus redes. Esencialmente, no tienen la capacidad de identificar o interesarse por su barrio como barrio. El problema desde el punto de vista de redes surge al querer reforzar un patrón de lazos débiles de tal forma que se puedan incorporar a las poblaciones de bajos recursos dentro de la vida cívica. Por otra parte, esto debe hacerse sin irrumpir con las fuertes redes de asistencia mutua en las que estos residentes confían. La solución requiere de la organización de esas redes locales dentro de una red que trabaje en mayor escala.

Traducción al Español de Nuria Hernández Amador, revisada por Ernesto Philibert Petit. Título Original: Vivienda Social en Latinoamérica: Una metodología para utilizar procesos de auto-organización. 2. Antipatrones de la vivienda social.

Presentado por N.A.S. como discurso de apertura en el Congreso Ibero-Americano de Vivienda Social en Brasil, Florianópolis, 2006.

Bibliografía

  • Stephen R. Kellert, Judith Heerwagen & Martin Mador, Editors (2008) Biophilic Design: the Theory, Science and Practice of Bringing Buildings to Life (John Wiley, New York).
  • Nikos A. Salingaros (2005; 2014) Principles of Urban Structure (Techne Press, Amsterdam, Holland and Sustasis Press, Portland, Oregon).
  • Nikos A. Salingaros (2013) Unified Architectural Theory: Form, Language, Complexity (Sustasis Press, Portland, Oregon and Vajra Books, Kathmandu, Nepal).  Versión en Español (2018) Forma, Lenguaje y Complejidad: Una Teoría Unificada de la Arquitectura (Ediciones Asimétricas, Madrid). Capítulo 10 publicado en Plataforma Arquitectura, 1 Febrero, 2017. https://www.plataformaarquitectura.cl/cl/804506/teoria-unificada-de-la-arquitectura-capitulo-10-biofilia-nuestro-parentesco-evolucionado-con-las-formas-biologicas
  • Nikos A. Salingaros (2015) Biophilia and Healing Environments, (OfftheCommonBooks, Amherst, Massachusetts), available free online from Terrapin Bright Green LLC, New York. https://www.terrapinbrightgreen.com/report/biophilia-healing-environments/

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Sobre este autor/a
Cita: Nikos A. Salingaros, David Brain, Andrés M. Duany, Michael W. Mehaffy & Ernesto Philibert-Petit. "Antipatrones de la vivienda social en Latinoamérica" 13 mar 2019. ArchDaily México. Accedido el . <https://www.archdaily.mx/mx/913078/antipatrones-de-la-vivienda-social-en-latinoamerica> ISSN 0719-8914

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