
Hace miles de años, una cadena de volcanes y colinas formó un valle que se convirtió en el hogar de cinco lagos. Según la mitología indígena, esta zona sirvió como punto de referencia clave para la fundación de la antigua Tenochtitlan, marcada por la señal de un águila posada sobre un cactus, devorando una serpiente. En el apogeo de su esplendor, la ciudad estaba organizada dentro de un intrincado sistema de calzadas, muchas de las cuales todavía sirven como vías principales, junto con canales que conectan los cinco cuerpos de agua. Con el tiempo, acontecimientos como la colonización, la independencia, la revolución y la modernización transformaron su estructura y nombre, dando lugar a lo que hoy se conoce como Ciudad de México.
La vida en este asentamiento ha sido documentada en múltiples ocasiones, desde registros pictóricos indígenas conocidos como códices hasta narrativas del militar español Bernal Díaz del Castillo y las memorias de la aristócrata escocesa Frances Erskine Inglis, quien relató sus experiencias en México durante el siglo XIX. Un tema común en estas narrativas es la constante transformación de la ciudad, que ha dado forma a su evolución hasta convertirse en una metrópolis vibrante con más de 9 millones de habitantes, el doble que ciudades como Los Ángeles y Berlín.
